DIARIO DE UN
OCIOSO
Viernes, 28 de
julio de 2017
Hace 43 años (¡43!)
empecé a estudiar con Ignacio y con Cesc. El pasado miércoles nos reencontramos
para cenar. Con Cesc me suelo encontrar (vivimos en la misma ciudad,
compartimos aficiones) pero Ignacio vive lejos de Barcelona y nos hemos visto
poco (casi nunca se acerca más a la realidad). Y pese a esa distancia en el
tiempo y a la provocada por la falta de contacto, inmediatamente nos sentimos cómodos.
Los muchos espacios vacíos en nuestros respectivos proyectos vitales,
literatura, música, viejas historias, informaciones sobre las vidas de nuestros
compañeros de clase… la conversación salta de un tema a otro ágilmente y tras la cena en Due Spaghi
(volveré, me gustó mucho) continuamos la conversación caminando por la calle,
en el Marea Alta y en el Ocaña. El año que viene todos cumpliremos 50 años. Con
promesas de organizar alguna sonada con esa excusa, nos despedimos. Me ha
gustado verlos y volver a compartir un buen rato con ellos.
Leo la tercera
entrega de “Mi lucha” de Karl Ove Knausgard. Más fácil que los dos anteriores
libros, igualmente fascinante… el paseo por su infancia que propone Knausgard–
quizá por la distancia en el tiempo – es menos obsesivamente detallista y más
cargado de nostalgia. Nostalgia pese al miedo que domina gran parte del libro,
nostalgia pese a los malos recuerdos también… nostalgia por una infancia, por
un tiempo y por un lugar que quedaron atrás. Seguiré leyendo a Knausgard… sólo
quedan tres entregas.
También sigo el
repaso de los Blueberry. He empezado los volúmenes de “la Juventud” tras leer “Dust”.
El oeste de Charlier y Giraud lo alterno con algún que otro paseo por el New
York de Will Eisner.
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