DIARIO DE UN
OCIOSO
Sábado, 17 de
junio de 2017
Sónar, día 3
Tras una mañana
de perezas – yo – y de mucho dormir – Alejandro – nos acercamos, de nuevo
pronto, al recinto del Sónar. Antes de entrar visitamos el Pabellón Mies Van
der Rohe para ver – sobretodo escuchar y sentir - la instalación de Mark Bain. El
artista capta con sensores sísmicos las microvibraciones que recorren los
materiales con los que está hecho el Pabellón. Estas vibraciones son
amplificadas – mucho – y reproducidas por un sistema de altavoces. Esto también
es Sónar y es una de las cosas que lo convierten en un festival único en el
mundo.
Las primeras
horas siempre son tranquilas. Primera cerveza con Jordi P, comida en el Village,
algún vistazo a los escenarios que ya están funcionando… Un poco de Animic, una
pizca de Joe Goddard… y, en una actuación que prometía más de lo que nos
ofrece, vemos a Oblique con Carlos Bayona. Su sonido ochentero no nos aporta
demasiado y, tras unos cuantos temas, nos vamos a ver a Gaika. Pese a que abusa
del autotune, su actuación es contundente. Dancehall y hip hop de alto voltaje
con un sonido crudo e industrial. Pese a que se pueden encontrar paralelismos
por los parámetros musicales en los que se mueven, Gaika está a años luz de la
actuación de CTangana (a la que me arrastra Alejandro, demasiado tarde descubro
que es uno de los Agorazein que ya sufrí en el Primavera Sound de este año ). En Gaika todo es profesionalidad,
preparación y talento, en CTangana es
vacío. Debo decir que entre el numeroso público, soy el único que lo ve así y
el resto de la gente se lo pasa en grande.
Tras él tenemos
una cita en la zona de realidad virtual donde me convierto en un dinosaurio, en
un gorila, en un mono con cartera, en un dragón… y disfruto como un enano en un
entorno virtual.
Queda ya poca
energía. Fantástica actuación de Sohn para quemar las últimas reservas y vuelta
a casa. Estoy agotado y, tras cenar, me retiro a dormir. Evidentemente, tampoco hoy habrá Sónar noche.
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