02 agosto 2015

La figura del flâneur es ya en el siglo XXI un mito cultural. El paseo (la flânerie) por la ciudad sin rumbo, un poco a la deriva, observando el devenir de la vida cotidiana y las costumbres del paisanaje, dejándose sorprender por lo inesperado, constituye hoy toda una postura, una forma de mirar y experimentar la ciudad que ha inspirado numerosas obras literarias y artísticas a lo largo de la historia

Mery Cuesta 
“El “flâneur” contemporáneo” en Cultura/s 684

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 2 de agosto de 2015

Tras la lectura de los periódicos del día, recupero el Cultura/s de ayer y me encuentro con una reflexión sobre el flâneur contemporáneo. Siempre es interesante leer sobre un tema que me apasiona aunque no comporta muchas de las conclusiones a las que llegan los autores en su análisis de la actualización de la figura del flâneur en el siglo XXI.

Es evidente que vivimos una “realidad cultural líquida”. Fragmentación, subjetividad, flexibilidad, eclecticismo… son parte de nuestra realidad cultural. Pero estos rasgos – característicos de nuestro tiempo – están también implícitos en la flânerie decimonónica – y de allí su modernidad -.

La ciudad – la gran metrópolis con todo tipo de estímulos – sigue siendo el principal escenario en el que el flâneur encuentra su razón de ser. Una flânerie virtual, hecha de retazos digitales es un placebo, sexo online,como visitar museos virtuales con el teléfono móvil  o como leer guías de viajes como alternativa a viajar. Las herramientas que el mundo virtual ha puesto en manos del flâneur si que han cambiado su forma de moverse y, sobretodo, su forma de explicarlo. En cierta manera han democratizado la figura del flâneur convirtiéndonos a todos nosotros en flâneurs a tiempo parcial.

Mery Cuesta y Daniel Córdoba-Mendiola también confunden  los espejismos de la modernidad con la modernidad. El flâneur disfrutará también de una visita a Las Vegas, pero lo hará con un espíritu lúdico, crítico, juguetón y curioso ante la anécdota que supone. El juego de espejos que propone Las Vegas, deja de tener gracia cuando sus trucos quedan al descubierto y la anécdota del cartón piedra pierde su encanto. La ficción es entretenida pero nunca está en la base de la experiencia del flâneur.


Pese a todo, me ha gustado leer el artículo que también está plagado de reflexiones acertadas. Ahora tengo ganas de salir a pasear, a descubrir, a vivir la ciudad… para luego poderlo contar aquí.

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