DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 29 de julio de
2014
Acostumbrado a explicar
historias alegres (y no demasiado trascendentes), no se si sabre
contar una historia triste. Y la muerte, aunque sea una parte irrenunciable
de la vida, siempre lo es.
Sábado. En ocasiones la
muerte llega como punto y final de una vida larga y plena. La marcha
de un ser querido es siempre dolorosa, pero cuando se produce fruto
de la suma de años, desgaste, cansancio y acumulación de
experiencias y de alegrías, el sentimiento es agridulce. Acompañamos
a Joan Maria en la despedida de su madre. Nos cuenta que tuvo una
buena vida y que vivió rodeada de los suyos. Lo abrazamos, poco más
podemos hacer.
Domingo. La noticia llega
como últimamente llegan demasiadas noticias: un comentario en una
red social. Lo leo y, pese a que dice lo que dice, dudo y lo vuelvo
a leer, me armo de valor y llamo para confirmarlo... Natàlia ha
muerto. Demasiado pronto, demasiado injusto, una mierda...
Natàlia fue una de las
periodistas con las que, hace ya 20 años, iniciamos un
proyecto ilusionador que hoy es una realidad. Éramos jóvenes,
trabajamos muchas horas y lo pasamos bien. Fruto de esa intensidad
con la que lo vivimos, nacieron unos lazos de cariño que todavía
hoy continúan vivos aunque muchos de nosotros hace mucho que
abandonamos el barco. Nos vemos poco, pero nos gusta reunirnos de
año en año y recordar esos días.
La última vez que me
encontré con Natàlia fue hace unos años en una de las
excursiones anuales a La Mola. Parecía que su enfermedad era parte
del pasado, estaba feliz.
Lunes. Un lugar entre la
montaña y la ciudad. La familia y los amigos han organizado una
despedida. Reencuentros, abrazos, emoción y besos. Volvemos a estar
juntos. Natàlia ha sido la primera en marchar. En octubre, en la
subida a la Mola, volverá a subir con nosotros. Tot
i així, et trobarem a faltar. Un petó.
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