DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 19 de diciembre de 2013
Noche de celebración – el cumpleaños de Carol – en casa de
Quim y Carol. Buena comida, bebida abundante y muchas risas. La mayoría de los
presentes – Alex el Niño se desmarca de la opinión general – me intenta
convencer – ojos inyectados, expresiones tensas, miradas cómplices – de las
bondades de Banshee.
Ante tales muestras de entusiasmo y como soy un tipo
obediente, decido verla. Como soy un tipo compulsivo, veo unos cuantos
capítulos en un par de días. Y, realmente… ¿había para tanto? Yo creo que no.
Banshee es un producto de entretenimiento en el que la violencia y las escenas
de sexo con desnudos – siempre femeninos “no sea que se vea una polla un
pene y nos cierren el chiringuito” – substituyen a un guion lógico y coherente.
¿Es Banshee original? En absoluto, lo del malote con buen fondo lo hemos visto
hasta la saciedad y el resto es un refrito de series B cinematográficas de toda
la vida (ladrón que roba al ladrón más grande y es perseguido, motoristas
malos, alianzas con un malo para vencer a malos peores, peleas “voy perdiendo
pero al final gano”, colega enrollado expresidiario (y negro y viejo y
exboxeador y dueño de un bar), flashback carcelario con “como me hice respetar en la cárcel dándole
una paliza al que quiso metérmela”, oriental rarito (y drag queen) que con un
ordenador en las manos es capaz de hacer cualquier cosa … la lista de tópicos
sigue y sigue hasta el infinito. ¿Voy a seguir viendo Banshee? Seguramente sí.
Lo que critico como sus principales defectos, es también su virtud… quien más y
quien menos llenó su VHS – con más o menos sentimiento de culpabilidad– de películas
de la Cannon… y esas sí que eran malas.
Hace cinco años y dos días se murió Francisco Casavella. Sin
tener nada que ver con este aniversario, hace un par de semanas recuperé de mi
mesita “Elevación, elegancia y entusiasmo” una recopilación de todos sus
artículos y ensayos entre 1984 y 2008. No te das cuenta de lo mucho que echas
de menos a alguien hasta que te encuentras un eco de su paso por tu vida… puede
ser una foto, un objeto que te regaló o, como es este caso, algo que escribió.
Volviendo a leer a Casavella me he dado cuenta de que echo mucho de menos sus artículos (y puestos a echar de menos... también sus novelas).
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