22 octubre 2013

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 19 de octubre de 2013

Tras desayunar salimos a hacer el turista por la ciudad. El metro nos deja, no lo habíamos buscado, junto al Borought Market y descubrimos un espacio fantástico donde la venta de productos y la degustación de los mismos productos que se venden se dan la mano de manera armónica. Disfrutamos paseando, mirando y oliendo (es demasiado pronto y el desayuno es demasiado reciente para disfrutar plenamente de la oferta gastronómica – variada y muy apetecible – que se nos ofrece.

Continuamos paseando por la City y, seguramente por culpa de una manera de viajar anárquica y muy personal, alternamos espacios saturados de turistas con otros extrañamente desérticos. Vemos edificios nuevos y edificios viejos, espectaculares y feos, nos llenamos los ojos de bares, restaurantes y comercios, esquivamos obras y no paramos de hablar, hacer fotos e intentar robar unos minutos de wi-fi.


Pero pese a que somos más paseantes que turistas, hay ciertas tentaciones en las que nos gusta caer. Pese a que el metro es la mejor opción para desplazarse, cogemos un barco para cambiar de zona. Pese al viento, el paseo es agradable y las vistas – inéditas para nosotros – justifican la turistada.

De nuevo a pie, esta vez en zona mucho más turística, esquivamos la marea como podemos y seguimos nuestro paseo por el Soho con parada – justo cuando empieza a llover – en Chinatown. Las ofertas para comer son muchísimas. Nos decidimos por el Manchuria Legends (16, Lisle Street. London. Teléfono: 020 7287 6606 ) y por uno de sus menús. Buena comida china a buen precio.



Al salir sigue lloviendo, momento de entrar en un museo. En la National Gallery nos centramos en su fantástica colección de arte de finales del XIX y principios del XX y, tras dar un repaso a algunos cuadros del resto de su colección, salimos de nuevo a la calle donde el sol vuelve a ofrecernos un buen acompañamiento para nuestro paseo.

Esta vez el paseo será largo y nos llevará hasta Candem con parada en la British Library (brutal). Más fotos, más conversaciones, más rincones para descubrir, más espacios dejados para visitas posteriores y muchísimo cansancio. La vuelta al hotel se convierte en una pequeña odisea (líneas de metro y de tren fuera de servicio, buses de substitución y locales casi tan perdidos como nosotros) pero finalmente conseguimos llegar.




Tras un reparador descanso, salimos a cenar. Hay pocas fuerzas y nos decidimos por la opción más cercana. El Hazev – hoy mucho más lleno – vuelve a acogernos. Y sin pilas para más, tras la cena, nos vamos a dormir – no sin antes parar en la recepción del hotel para actualizar instagram y enviar algún mensaje.

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