14 abril 2011

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 14 de abril de 2011

“En la vida se puede ser de todo menos un coñazo”
Michi Panero

“In a hole in the ground there lived a hobbit. Not a nasty, dirty, wet hole, filled with the ends of worms and an oozy smell, not yet a dry, bare, sandy hole with nothing in it to sit down on or to eat: it was a hobbit-hole, and that means comfort.”
J.R.R. Tolkien. The Hobbit or There and Back Again

En el nuevo punto de lectura de ocioso salen seis macetas. La de la izquierda, con tres flores, es de color verde. El cactus que tiene a su derecha también es verde, pero menos luminoso. El dibujo del nuevo punto de ocioso ha sido dibujado por un niño de la Escola Vila Olímpica de Barcelona. Al fondo, un cartel anuncia la funcionalidad del establecimiento representado. Sobre el mismo fondo amarillo que tiene la tercera maceta, ocioso lee “fluristaria” y no puede evitar una sonrisa cada vez que lo ve.

“Jose Santos Chocano mató a Edwin Elmore Letts. En Lima. En 1925.”
Félix Romeo. José Santos Chocano. En Cultura/s 457

El árbol caído me da trabajo. Me reúno, escucho a gente que quiere ser califa en lugar del califa, voy a entregas de premios, escribo, hablo por teléfono, me aburro, cierro tratos, me divierto, reparto puntos de libro y buenas y malas noticias.

Empiezo a leer The Hobbit. Esta vez en inglés.

“José Santos Chocano fue asesinado en Santiago de Chile, en 1934, por un perturbado, Martín Bruce Badilla, que creía que estaba en su poder el plano del tesoro que los jesuitas habrían enterrado en el subsuelo de la ciudad”.
Félix Romeo. José Santos Chocano. En Cultura/s 457

Hablar de etiquetas durante horas es un coñazo. No me interesa hablar de postpoesía. Las etiquetas son para los que necesitan tenerlo todo ordenado o disponen de tiempo para discutir las categorías. Sólo hay una literatura posible: la buena. Lo demás son letras juntas, con más o menos gracia. Leo “Nocilla Dream” de Agustín Fernández Mayo y me gusta. Mucho. Hay oficio y se agradece, hay literatura y se disfruta.

“Haz que mi vida sea misteriosa: no hay nada más atractivo que el misterio”
José Santos Chocano. El libro de mi proceso.

Paseamos por las calles de Ciutat Vella. En la puerta de un bar hay un perro enorme. Entramos y pedimos una cerveza. Jordi P y yo hablamos del pasado, del presente y del futuro. En el bar se está bien y suenan muchos temas viejunos. Al salir, el perro sigue estirado en la puerta.

Eli cree que el Hobbit está maldito. Nunca ha visto señales que se lo indiquen, tampoco interpreta el texto en otro sentido, ni adivina claves ocultas tras las peripecias de los enanos. La primera vez que empezó a leerlo pasó algo malo y lo dejó. Lo volvió a intentar un tiempo después y un nuevo acontecimiento doloroso le empujó a dejarlo de nuevo, esta vez para siempre. Prefiere leer otras cosas y no tentar a los dioses que, ocultos tras las aparentemente inofensivas frases del libro, juegan a los dados con nuestros destinos.

Messi marca un gol. Jordi P. y yo bebemos cerveza y comemos cacahuetes. Mis cacahuetes son picantes. Los de Jordi no. También nuestras cervezas son diferentes. Pero a ambos nos rodea la misma gente, mezcla de nacionales, nacionalizados y extranjeros. Casi todos beben cerveza y gritan UIIII cuando la pelota pasa cerca de unos palos blancos.

María José y Kris comen en Graceland. Han pedido comida para llevar en el japonés de la puerta de al lado. Hablan de cosas de trabajo y, cuando Xavi llega, le invitan a comer. Xavi come un poco de sashimi (atún y salmón), un pequeño rollo, un par de gambas y un poco de arroz. Le gusta todo.

Empiezo “Nocilla Experience” y casi lloro con la cita de Michi Panero. Me prometo, una vez más, volver a ver “El Desencanto” y “Después de tantos años”.

La persiana dice basta dejando a la habitación en una oscuridad incómoda. Al quinto día, las hojas de la planta que está en la mesita de noche de María José, empiezan a perder el color verde. A falta de soluciones técnicas, se decide cursar un traslado que devuelva el verde a las hojas. Seguimos esperando la llamada del servicio técnico que devolverá la luz a nuestro dormitorio.

Acaba el partido. Jordi propone cenar en el Cardamon. Excelente idea. Comemos un escabeche de atún, naams con brie y un curry de buey. Bebemos cerveza. Los propietarios se han peleado con Moritz y ya no tienen Epidor. No me gusta la Moritz pero si la Epidor. Ambivalencia sentimental ante la desaparición de las cervezas. Mucha comida. Conversación interesante. Somos los últimos en abandonar el local.

Lo he pasado bien, y casi conocí en 
una ocasión a Michi Panero, 
y es bastante más de lo que jamás 
soñaríais en mil vidas. 
¡Mirad, las niñas van cantando! 
(Niñas): Shalalaralalá.”
Nacho Vegas. El hombre que casi conoció a Michi Panero.

Paseamos por las calles de Ciutat Vella. En “La Granja de Gavà” nos permiten una última copa. Es la hora de las últimas confidencias. Apagan la música y, llenos de cervezas y de historias, dejamos nuestras copas a medias. Compartimos un taxi para volver a casa.

El aparente desorden de la crónica de hoy, fragmentada, hecha de pedazos y sin continuidad espacio-temporal, se debe a una mala digestión de mis lecturas. Recuperar la normalidad tras leer a Fernández Mallo no siempre es fácil y apetece un – aunque sea torpe – pequeño homenaje.

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