05 noviembre 2009

“Pensó en pequeñas cosas: en Turk Smollet llevando tablas con su carretilla por la calle principal de su ciudad por la mañana, en una mujer alta, magníficamente vestida, que en cierta ocasión había pasado una noche en el hotel de su padre, en Butch Wheeler, el farolero de Winesburg, apresurándose por las calles un anochecer de verano sosteniendo una antorcha en la mano, en Helen White de pie junto a una ventana en la oficina de correos de Winesburg, pegando un sello en un sobre”
Sherwood Anderson. Winesburg, Ohio


DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 05 de noviembre de 2009


No acabo de entender que el Premi Llibreter de este año recaiga en un clásico ya publicado con anterioridad en nuestro país (la edición que yo leí es de 1994 y no sé si hay alguna anterior). No es la primera vez que el Gremi de Llibreters de Barcelona premia a un clásico – hace tres años lo hicieron con “El quinto en discordia” de Robertson Davies – pero entonces creí que quedaba justificado por ser la primera vez que el libro se publicaba en nuestro país.
Ahora, premiando el “Winesburg, Ohio” de Sherwood Anderson, abren la veda y pueden premiar – según les dicten las editoriales (que al final es lo que parece) – a un joven inglés que escribió unas obras de teatro muy apañadas o a un contemporáneo suyo que – dicen que con sólo una mano – escribió un libro muy resultón.

Naturalmente es bueno que “Winesburg, Ohio”, con el impulso que supone el premio, sea leído por más gente. Es un libro excelente y por eso figura entre los clásicos de la literatura mundial del siglo XX. Me alegro que la buena literatura sea reconocida pero creo que los premios deben ser utilizados para dar a conocer nuevos talentos y no para reivindicar a los clásicos.

Pese a que hoy mi actitud sea algo negativa, no quiero dejar de escribir sin recomendaros que aprovechéis la difusión que tendrá el libro y que lo leáis. Seguro que os gustará.

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