30 agosto 2009

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 30 de agosto de 2009


Ya no estoy de vacaciones. Han pasado dos meses desde que mi relación contractual con Levi Pants acabó de forma brusca y, desde entonces, he disfrutado de un largo periodo de relax y paz. Voy a seguir disfrutando esta paz que conlleva el no tener obligaciones laborales pero ya no estoy de vacaciones.

Desde hace una semana he empezado a marcarme horarios y he empezado la búsqueda activa de empleo y cursos. No tengo claro que quiero hacer ni que quiero estudiar pero, ahora mismo, estoy abierto a todo.

Aprovecho también para hacer aquellas cosas que se han acumulado durante años (ese cajón que guarda papeles cuyo origen es incierto, esa caja que – cuatro años después – resiste heroicamente con restos de la mudanza, esas revistas que un día guardaste con la intención de leerlas pronto...) y para afrontar los pequeños problemas que surgen en el día a día de Graceland.

Uno de esos problemas ha sido la defunción de varios aparatos electrónicos entre ellos nuestro DVD grabador. Intenté que el fabricante – Woxter – lo reparara (la reparación más el gasto de enviar el equipo a Madrid, costaba tanto como un aparato nuevo), lo llevé a un taller tradicional (20 días después me lo devolvían sin haber conseguido nada pese a que el error parecía pequeño) y, finalmente, decidía comprar un equipo nuevo de otra marca esperando tener más suerte esta vez.
Y, precisamente hoy, en La Vanguardia hablan del libro de Matthew Crawford “Shop class as soulcraft: an enquiry into the value of work”. En él, Crawford – que abandonó la dirección de un “think tank” (que podríamos traducir según la wikipedia por una fábrica de ideas) en Washington para dedicarse a la reparación de motocicletas – critica el status quo actual en el que las cosas no están pensadas para ser reparadas y defiende la importancia de arreglar cosas, no sólo como solución económica local (“Comprar un coche nuevo crea empleo fuera, arreglar el que tienes crea empleo en tu barrio”) sino también “para conseguir algún grado de autosuficiencia individual”.
Yo también creo que debemos empezar a reparar, a reutilizar, a dar nuevos usos a cosas que ya no utilizamos, a regalar, a compartir (bienes de consumo, vehículos, cultura...), a utilizar bibliotecas, a prestar... y no es sólo una cuestión de sostenibilidad (que también), si conseguimos hacerlo seremos más felices que consumiendo.

Ayer, después de mucho tiempo buscando la fecha adecuada, nos volvimos a sentar a la mesa con Víctor Mans Blaves y Antonia (la última vez fue una noche lluviosa en su casa de Lisboa). En el patio de Graceland volvimos a conversar y a hacer planes de futuro. Esta vez no dejaremos pasar tanto tiempo sin vernos.

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