30 octubre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 26 de octubre de 2008
CRÓNICAS MEXICANAS III


Nos levantamos pronto - ayer se cambió la hora y yo lo hice mal en el despertador de la habitación - y salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel. Compramos unas galletas para picar algo mientras esperamos el desayuno y nos conectamos a internet.
Ya con Amador y María, salimos con destino a Coyoacan. Para ser domingo el tráfico es igual de caótico que la ciudad que lo contiene. Pararía en cada esquina a hacer una foto, a ver con calma una tienda, a entretenerme con una pintada o un cartel... pero DF no parece una ciudad pensada para caminar. En Coyoacán - una antigua población hoy engullida por la metrópoli - nos encontramos con Checo y Ceci que nos llevan al mercado a desayunar.
El barrio es encantador y pasear por sus calles de casas bajas - llenas de árboles, paraditas de comida y de artesanía y pequeñas tiendas - es muy agradable. El mercado de Coyoacán sólo difiere de los nuestros en la estrechez de los pasillos y en la mezcla de locales de todo tipo. mercado de Coyoacan
Al final llegamos a una zona donde hay varios "locales" dedicados a la restauración. Los olores se mezclan y la actividad es frenética. Zumos de frutas naturales, tacos de barbacoa (cordero asado en tierra)impresionantemente buenos y una quesadilla de chicharrón son mi completísimo desayuno.
Después de tanto comer, cosa que los mexicanos hacen a todas horas y que nosotros no hemos parado de hacer desde que llegamos, toca algo de cultura. La casa de Frida Kalho y Diego Rivera (curiosa pero con menos obra de la que esperábamos)y el campus de la UNAM (impresionante, nos hemos quedado con ganas de visitarlo con calma en un día de clase) son nuestras visitas de hoy.

Por la tarde - y después de sufrir el tráfico intensísimo de la ciudad y de un rato de descanso en la habitación del hotel- hemos decidido ir al Arena Coliseo para ver un espectáculo de lucha libre. Avisados de la peligrosidad de la zona por todo el mundo - familia de nuestros amigos, guías de la ciudad y el taxista que nos lleva - dejamos todo lo que no sea imprescindible en el Hotel y cogemos un taxi. El taxista nos deja en la misma puerta y entramos rápido. Tras el cacheo - se quedan con mi cámara y me dan un papel para recogerla a la salida)entramos y seguimos al acomodador (muy viejito) hasta nuestros asientos donde, sin darme cuenta, ya tengo una cerveza en la mano. Vendedores de todo tipo vocéan sus mercancías: postales de luchadores, patatas fritas, máscaras, bebidas, tortas (bocadillos), revistas de lucha, sopas, palomas de maiz... el desfile es inacabable y pese al desorden aparente todo está muy ordenado y sigue un guión preestablecido(este comentario podría aplicarse a toda la ciudad). Una pequeña propina nos deja cerca del ring cuando empieza la primera lucha. El espectáculo está tanto en las gradas como en el ring. Familias enteras - algunas con niños muy pequeños - disfrutan del espectáculo mientras comen, beben y gritan sin parar. Los gritos son parte del espectáculo y permiten al público interactuar con los luchadores que se indignan o celebran los más graciosos. Máscaras, llaves, merito atlético y espectáculo teatral con un guión muy básico. Lo pasamos como niños mientras los "técnicos" dan lo suyo a los rudos.

Al salir recupero la cámara mientras Amador llama al Hotel para pedir un Taxi (no es seguro parar un taxi en la calle). El protocolo de seguridad no tiene nada que envidiar a una película de espías. Ya de vuelta en el Hotel, cenamos algo ligero en un Vips antes de irnos a dormir.

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