15 septiembre 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 13 de septiembre de 2008


Ayer cenamos en el Hanin. Por desgracia Alejandro no disfrutó tanto como nosotros con la comida coreana. De hecho creo que Corea – sin distinción entre sur y norte – no entrará en mucho tiempo entre sus planes de viaje (y mucho menos entre sus planes de viaje gastronómico). Tras el fracaso decidimos volver a casa y tras mirar fotos viejas (por su edad las podríamos definir incluso como antiguas) decidimos dejarlo para mañana.

Nuestro viaje a México se ve cada vez más cerca y para prepararnos aprovechamos cualquier oportunidad. Hasta el día 19 se celebra la semana de México en Barcelona y para disfrutar de ella nos acercamos al Poble Espanyol. La falta de información turística se ve compensada por la presencia de elementos folclóricos que resultan, como mínimo, curiosos.
Uno de los mariachis presentes en la semana de méxico

María José se declara fan incondicional de los mariachis mientras yo me decanto más hacia la gastronomía y me como unos tacos al pastor y unas carnitas. Cervezas, nachos y chucherías a ritmo de música mexicana completan la mañana.

Pese a ser la Semana de México el Poble Espanyol tiene abiertas sus instalaciones de manera normal. Aprovechamos para acercarnos a la Fundació Fran Daurel y ver su colección de arte contemporáneo (interesantes los nombres de los artistas y no tanto las piezas exhibidas de ellos). En la sala de exposiciones del piso inferior nos encontramos con una exposición de “Los desastres de la guerra” de Goya. Pese a haberlos visto en muchas ocasiones siempre es un placer revisarlos.

Pero el plato fuerte de la jornada llega con una sesión de lucha libre. Junto a nosotros un par de gritones que han venido a divertirse nos ayudan a pasarlo bien. El pirata Morgan, Octagón y los otros luchadores
No puedes permanecer pasivo ante el espectáculo si quieres divertirte. El argumento del espectáculo – simple a más no poder – no ayuda en absoluto. O entras en el juego que te proponen o té quedas fuera. Y, naturalmente, no hemos venido a quedarnos fuera y, sin participar demasiado (es nuestra primera vez y quizás la única) nos metemos en la historia y nos reímos de las bromas, apoyamos los gritos del público – tarea que ponen fácil los agudos comentarios de nuestros vecinos-, y nos indignamos con las trampas de los rudos capitaneados por el Pirata Morgan. Alejandro - y también nosotros - lo pasa bien y se queda con ganas de más.

Pero es hora de volver a casa y ver un par de películas en el proyector. Primero la entretenida “Los timadores” y después la difícil – siendo benevolente - selección de Alejandro (“Cariño, soy un perro”).

El domingo, después de dejar a Alejandro en el tren, lo dedicamos a recuperar fuerzas, a ver series (acabamos la primera temporada de Deadwood) y a no hacer nada.

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