31 agosto 2008

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 30 de agosto de 2008

Vacaciones, día 29


Viernes. María José y yo estamos planificando un viaje a México (si tengo que ser sincero, el viaje lo está planificando – con mucha paciencia – Amador, pero los beneficiarios seremos nosotros). Para ambientarnos un poco (y apurar las vacaciones que ya se acaban) decidimos comer en La Coronela, un mexicano del Born. Comemos sopes, rajas, gringas con queso y puntas al chipotle pero, sobretodo, soñamos y hacemos planes compartiendo la información que vamos recopilando en revistas y guías mientras preparamos el viaje.

Casi puerta con puerta con La Coronela, estaba el Panyvino. Y digo estaba porque nos hemos llevado la desagradable sorpresa de encontrarlo cerrado. En él hemos pasado muchos momentos agradables. En una de sus mesas empezamos a soñar con la posibilidad de adquirir Graceland y allí nos reencontramos con amigos y hemos hecho cenas de grupo y románticas cenas de pareja. Lo echaremos mucho de menos. Huérfanos de restaurante de cabecera nos dejamos adoptar por cualquiera que cumpla nuestros requisitos: acogedor, trato amable, buena comida y precio asequible.

Después de la copiosa comida se impone una siesta para recuperar fuerzas y que nos lleva, casi, a la hora de cenar.

Teníamos que celebrar mi cumpleaños con la familia y algunos de los sitios que habíamos elegido estaban todavía cerrados por vacaciones. Al final acabamos en el Ugarit y, pese a que todo está muy bueno, no resulta el sitio ideal (demasiado ruido para estar a gusto). Pese a todo lo pasamos bien y, de regalo, me llevo un fabuloso fin de semana en un sensacional hotel de montaña.
Ahora que María José y yo volvemos al trabajo son mi familia los que empiezan vacaciones. Eli y Cesc se van a Nueva York y mis padres a S’Agaró. Me alegro por todos ellos, pero la envidia me corroe.

Mi mama está en america y ha conocido a Bufalo BillDe nuevo en casa, y antes de ir a dormir, dejo el libro que estoy leyendo y devoro “Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill” de Jean Renaud y Émile Bravo (me lo ha dejado María José que si no lo digo me pega bronca). Un delicioso cómic sobre la pérdida de la inocencia que está construido a partir de pequeños detalles que a todos nos traerán recuerdos de la infancia. Pese a su tono triste, se lee con una sonrisa en los labios y se disfruta mucho.

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