01 agosto 2007

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 29 de julio de 2007


Sábado. Limpieza general en Graceland. A priori no es una manera demasiado atractiva de empezar unas vacaciones, pero esta acción – aparentemente carente de sentido – debe interpretarse como una inversión de futuro.
A mediodía interrumpimos nuestra frenética actividad para adentrarnos una vez más en el desconocido mundo de la restauración hostipaletense.
Un paseo nos deja en las puertas de La Garrotada 2 (Ntra. Sra. dels Desamparats, 59. L’Hospitalet Tel. 934493097) una marisquería que hace tiempo quería probar.
Llegamos pronto y sólo hay unos parroquianos de pie en la exigua barra. El local es sencillo y no hay camareros empajaritados, empezamos bien.
No hay carta, pero el camarero amablemente guía nuestras peticiones: anchoas (carnosas, ligeramente aliñadas y muy buenas), navajas a la plancha (impresionantes), calamarcitos a la plancha (nos quedamos con ganas de pedir otra ración), gambas (grandes, sabrosas, no se puede pedir más) también a la plancha y unos mejillones buenísimos.
Me sorprenden gratamente algunos detalles que pueden parecer tonterías pero que dicen mucho de la atención al cliente: cada vez que pido una cerveza me traen una copa helada, tras la comida – y antes de preguntarnos si queremos postres – nos obsequian con unos bombones helados cortesía de la casa...
La comida de inauguración oficial de las vacaciones ha sido todo un éxito y La Garrotada 2 un local al que volveremos con toda seguridad (aviso a navegantes: no es un sitio barato – lo que hemos comido no puede serlo – pero la relación calidad-precio es excelente.

Volvemos a casa, seguimos con la operación limpieza y preparamos las maletas. Ya es tarde cuando – cargados como la Familia Ulises cuando empezaba sus vacaciones – salimos con destino a S’Agaro. Cass y yo vamos en el coche y María José en la moto.

Llegamos cuando oscurece. Ya estamos en S’Agaro y vuelve el recuerdo de mis veranos de infancia. Una cena, un paseo por la urbanización y el largo día se acaba. La noche – con Cass nerviosa y unos vecinos con fiesta en el jardín – es larga y no tan descansada como esperábamos después del agotador día. Pero no importa. Estamos de vacaciones.

Domingo. Estoy muy cansado, pero salgo con Cass a comprar el pan para el desayuno y el periódico. Sólo consigo culminar mi misión con el 50 % de éxito (ya que la misión periódico fracasa por los curiosos horarios locales).
Vuelta a casa y desayuno en el balcón con María José.
Tras un paseo con Cass, empezamos a descubrir las bondades de haber venido con la moto, que nos permite acceder con vehículo a La Conca donde podemos darnos – por fin – el primer baño de la temporada.

Paseos con Cass, la lectura de “El País” (con crucigrama incluido), aperitivo, comida ligera (un carpaccio de bacalao de Can Prat que mi madre nos dejó en la nevera) y siesta, la ducha a media tarde, una vuelta por Sant Feliu que está de fiestas pero todavía está saliendo del sopor de principios de la tarde, lectura en el patio de los apartamentos (“La quinta mujer” de Henning Mankell) mientras Cass se agota persiguiendo pájaros imaginarios, escribir junto a la ventana mientras el día se acaba y “Sidonie” me acompaña... que grande es tener todo el tiempo del mundo para no hacer nada.

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