14 junio 2007

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 14 de junio de 2007


Leo un artículo sobre el Documenta en el Cultura/s de hace una semana y me pongo a pensar. Lo siento pero le he dado muchas vueltas y tengo que compartirlo con vosotros:

En un par de días abre sus puertas Documenta, una de las citas más importantes del mundillo artístico que se celebra cada cinco años en la localidad alemana de Kassel. Este año el cocinero Ferran Adrià figura entre los invitados lo que ha desatado una polémica sobre los límites del arte, uno de los temas que me apasiona.
Negarle a Adrià una cierta actitud artística es ser cicatero. Es por eso por lo que creo que la polémica está mal conducida. Los límites entre arte y artesanía son difusos y esa búsqueda constante del cocinero de nuevas maneras de expresión culinaria lo sitúa en una órbita cercana al mundo artístico.
Lo que me escama de la presencia de Adríá en este certamen artístico es que la obra de Adrià presenta dos de las – malas – características también presentes en parte del arte contemporáneo.

La primera es su pasión por el espectáculo. Lo que busca la cocina de Adrià – por más que en ocasiones se adorne con una pátina de reflexión intelectual, claramente añadida a posteriori para justificar intelectualmente el hallazgo técnico culinario – es epatar. Esta búsqueda constante de la sorpresa, presente en las primeras vanguardias artísticas del siglo XX, tendría que estar superada ya. Por desgracia el arte del XXI sigue ofreciendo espectáculo por encima de la reflexión. Entonando un mea culpa (todos somos culpables) tengo que reconocer que prefiero disfrutar del grandilocuente espectáculo que me ofrece el Guggenheim que de una obra conceptual, pero pienso que si queríamos circo no hacía falta disfrazarlo de arte para hacerlo más respetable.

La segunda, ya insinuada hace un momento, es que su creatividad nace de una investigación constante sobre la técnica (en este caso culinaria) basándose en la ciencia. Si aceptamos que las innovaciones técnicas de Adrià son arte, tendríamos que aceptar como materia artística todas las innovaciones industriales (y entre los grandes artistas tendríamos a Enric Bernat – inventor del chupa chups- , Alejandro Finisterre – inventor del futbolín – o Emilio Bellvis – inventor de la fregona – , por poner tres ejemplos de nuevos artistas españoles que además refrendan mi teoría de que los grandes inventos españoles consisten en ponerle un palo a un objeto ya existente) que suponen investigación e innovación.

Adrià, si aceptamos que es un artista, es un artista menor y su presencia en Kassel responde a la intención de la dirección de Documenta de llamar la atención, de provocar aprovechando una figura que acapara portadas de todo tipo de publicaciones en el mundo entero.
Creo que es malo para el arte que una figura mediática ocupe el espacio que debe estar reservado a artistas que tienen mucho que aportar, a propuestas que no nos llegarán y que están en la línea de lo que el arte del XXI debe ser.

El artículo del Cultura/s que me ha llevado a esta plúmbea reflexión es un ejemplo de esto. Por un lado tenemos el artículo dedicado a Adrià, de Xavier Mas de Xaxás: tres páginas, con dos fotos de Adrià (es el protagonista), unas preciosas fotos – de catálogo, perfectamente iluminadas, de algunas de sus creaciones – y frases slogan publicitario como “al igual que otras manifestaciones artísticas, la cocina de Adrià se dirige al nuevo “hombre nuevo””. El artículo se dedica a glosar la figura de Adrià y contar sus excelencias, resulta fácil de leer y es tremendamente atractivo.
Todo lo contrario ocurre con el artículo que dedica a Ibon Aranberri (artista español también presente en Documenta). Dos páginas de reflexión artística – escrita por Miren Jaio y Craig Buckley -, difíciles de leer y nada atractivas salvo para un público muy entendido y para los propios autores.
Seguimos vendiendo, aunque no nos demos cuenta, que el arte conceptual es aburrido y que lo que mola es el espectáculo, las esculturas grandes y los cadáveres. Y así, creo, no vamos bien.


He acabado “El tránsito de Morgan” de Anne Tyler. Otro libro lleno de esos náufragos urbanos que tan bien retrata la escritora americana. Me sigue fascinando su facilidad para escribir, para contar pequeñas historias y para generar caracteres creíbles.

No hay comentarios: