16 enero 2007

“En el futuro, leer será no sólo un acto de rebeldía, sino también un acto de supervivencia”
Alberto Manguel en El País, sábado, 13 de enero de 2007


DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 14 de enero de 2007


Suena el despertador, he dormido bien. Un reparador y espectacular desayuno nos espera en el comedor del hotel.
En la calle hace frío y junto al río paseamos por un mercadillo donde venden cosas relacionadas con animales y también algunos animales. Las leyes cambian según las comunidades autónomas, por eso me sorprende ver que pueden vender cachorros de perro sin ningún tipo de control sanitario (y, naturalmente, sin chip)....Adios, mi río...
Cruzamos el río para visitar el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo que está situado en el Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas. Tenemos ganas de ver arte contemporáneo y, quizás por eso, somos los primeros en llegar a la puerta. Pronto nos daremos cuenta que no sólo somos los primeros sino que también somos los únicos, y que razones para ello no faltan.
El espacio es impresionantemente grande y tardamos en encontrar la taquilla. Empezamos visitando la colección permanente. La muestra – realmente floja – es mas digna de un centro cívico que del principal centro de arte contemporáneo de una comunidad autónoma.
No importa, seguro que el resto de exposiciones nos resarcen de esta pequeña decepción (lo que acabamos de visitar son cuatro salas de las muchísimas que se ven en el plano). Empezamos a pasear por salas vacías, patios todavía más vacíos y nos recreamos con la nada más absoluta. ¿Es una obra conceptual sobre la inexistencia? ¿Es una reflexión sobre la nada? ¿Dónde está el arte contemporáneo?
Salimos con cara de pardillos buscando la cámara oculta que, con toda seguridad, nos ha estado grabando durante nuestro perplejo deambular por las salas del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Preguntamos si nos hemos perdido y si las obras están en otra parte del edificio y nos dicen que no, que eso es lo que hay mientras montan las siguientes exposiciones.
Alucinante. ¿No podrían haber cerrado el museo? Nos habrían ahorrado un largo paseo por un monasterio abandonado y sus vacías salas.

Salimos perplejos y todavía con la sensación de haber sido las víctimas de una broma de cámara oculta organizada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y paseamos por el antiguo recinto de la Expo’92.
La sensación de soledad nos acompaña también por el semi-abandonado recinto de la Exposición Universal hasta que conseguimos salir.

Volvemos a la ciudad y para recuperarnos paseamos por sus calles, visitamos la basílica de la Macarena y tomamos una cervecita en un bar antes de iniciar el regreso a casa.

Al llegar – ya es tarde – cogemos comida en un chino y, ya en Graceland, comemos con Eli.

Han sido poco más de 24 horas pero ha valido la pena. Estar con María José todo el día, poder dedicarnos tiempo, no parar de hablar, de reír, de jugar y de hacer planes. Conocer una nueva ciudad, descubrir nuevos rincones y otra manera de hacer. Me lo he pasado muy bien. ¿Cuando repetimos?

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