31 agosto 2006

“Aun a riesgo de ser considerado como utópico, Lafargue defendió que no era el trabajo, sino el placer, el objetivo máximo que debía perseguir la clase obrera. No había, en su opinión, trabajo enajenado y trabajo liberado como pensó Marx; la auténtica posición enfrentaba al trabajo embrutecedor con el ocio placentero .”
Santiago García Quintana. Pequeña historia del ocio. Buenos Aires 1958

“Una extraña locura domina a las clases obreras de las naciones donde reina la civilización capitalista. Esta locura arrastra a la continuación de las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda hacia el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenie. En lugar de reaccionar contra esta aberración mental, los sacerdotes, los economistas, los moralistas, han sacro-santificado el trabajo.”
Paul Lafargue. El derecho a la pereza. Traducción de Jesús Jurado.


DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 30 de agosto de 2006


Hace años que no leía un libro de poesía entero. “El Benestar” de Sebastià Alzamora -un regalo de Nuria - ha solucionado esta importante laguna en mis lecturas. Y me ha gustado. Lo volveré a leer algún día e intentaré seguir leyendo un poco de poesía de una manera regular.
Tras acabarlo –y gracias al ingenioso sistema que impide quedarme sin lectura en mis viajes a Levi Pants (“ingenioso” sistema que consiste en cargar en mi mochila un libro y una revista de más a riesgo de lesiones permanentes en la espalda) – empiezo “Cruel y Extraño” de Patricia Cornwell.

El otro día me olvidé de contar que un nuevo regalo de cumpleaños adorna el patio de Graceland: un – no tan pequeño – olivo que me hace mucha ilusión.

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