24 junio 2006

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 24 de junio de 2006


Viernes. Un aumento en el ritmo productivo nos permite abandonar Levi Pants un poco antes de la hora del cierre. Hoy es la verbena de San Juan y hay fiesta en casi todas las casas. Cuando llego a casa, María José ya lleva un buen rato preparándolo todo. Le echo una mano y, en poco mas de hora y media ya tenemos la mesa puesta y la comida preparada.
Jordi P, Emma, Víctor y Laura nos acompañan en este exilio voluntario (las historias que hemos oído de perros y petardos nos han aconsejado quedarnos en casa para tranquilizar a Cass que, por suerte, no lo pasa mal). Cenamos en el patio, con apagones incluidos – no molesta cenar a la luz de las velas – y, tras una sobremesa mas larga de lo que pensamos, llega la hora de hacer unas partidas – a juegos de básquet, lucha, fútbol...-.
Pasa ya de las 4 cuando decidimos dejarlo. Aprovechamos para pasear con Cass por el barrio y, al volver a casa, decidimos subir a la fiesta que Mariona ha montado en su terraza. Aún hay gente pero la fiesta ha dado paso a una reunión más tranquila. Estamos un rato – ya no hay sitio para mas copas – hablando, alargando una noche agradable.

Sábado. Hace mucho calor. Eso – y los gemidos de Cass reclamando atención – me sacan de la cama mucho antes de lo que sería de desear. Curiosamente no tengo resaca – la ingesta de bebidas espirituosas fue generosa e indiscriminada – pero si la boca pastosa y reseca. Salgo a pasear con Cass y cruzo calles que parecen campos de batalla: restos de pirotecnia de todo tipo, ladrillos y botellas de plástico reventados desde dentro, marcas de truenos en el suelo y niños que – gastado ya todo su arsenal – buscan entre los restos de la batalla de anoche artefactos explosivos todavía por explotar. Y es que aunque los petardos se compren ahora por internet hay cosas que no cambian. Es una imagen que me trae recuerdos y que, quizá por eso, reconforta.

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