05 junio 2006

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 03 de junio de 2006


Paréntesis marciano (Aviso, el listado que sigue puede ser muy pesado para no iniciados, leer sólo si se es un enfermo de las recreativas)

Cuento que me he comprado una recreativa – normalmente tengo que añadir “una máquina de marcianitos de bar” y me enfrento a caras que van desde la sorpresa a la incredulidad. Mucha gente no entiende que, habiendo consolas increíbles con alucinantes juegos, introduzca en casa un armario de dimensiones gigantescas para jugar con viejos juegos (¡¡¡echando monedas!!!).
Intentar explicarlo es trazar una crónica sentimental de unos años en los que las recreativas estaban en todas partes. Intentar explicar el porqué de mi compra, me ha hecho pensar mucho en aquellos años y me he dado cuenta que puedo recordar detalles como con quién y en que circunstancias jugué a que máquina. Por esto voy a intentar trazar un mapa de mis máquinas, arranca aquí una máquina del tiempo que funciona con monedas de 25.

El viaje – no podía ser de otra manera – empieza con el Pong. Verano, Sant Feliu de Guixols, bar Amura. Una máquina me deslumbra. No entiendo demasiado lo que es, no he visto jamás nada parecido... pero ejerce hacia mi una atracción diabólica. Es el inicio de una gran amistad.

Poco después estoy con mi amigo Rogelio en Cerdanyola. Primero el “Space Invaders” (el de las casas) y luego el “Galaxian” (el de las moscas) acabaran con nuestras respectivas pagas en un fin de semana de vicio y descubrimiento (creo que al “Galaxian”, que estaba en un bar, no llegamos a jugar debido a la gran cola que había, pero mirar era totalmente satisfactorio).
Empiezan las búsquedas por los alrededores de casa inventando absurdas excusas para poder bajar a jugar. Junto a la papelería que hay en la misma manzana encuentro un bar que, durante años, se convertirá en mi proveedor de placeres ocultos. Hago escapadas para descubrir máquinas alucinantes: “Asteroides” (diferente y con 5 “tanques”), “battlezone” (impresionante con su periscopio, pero creo que nunca llegué a entenderla del todo)... y sin cruzar ninguna calle un buen día descubro que, unas puertas mas allá, hay un distribuidor de máquinas. Me hago amigo del hijo del dueño y consigo unas cuantas partidas gratis al “Rally X”. Camino de la academia de inglés descubro la “monaco gp” (con volante y cambio de marchas. A esta máquina se solía jugar por parejas, y había un encargado de cambiar las marchas -y de recibir las broncas del conductor por no hacerlo con la suficiente diligencia-).
Llega la locura y el número de máquinas se multiplica: El “Defender” del bar Stop me deja sin defensas (miles de botones, casi tantos como monedas me dejo en sus tripas), cambian el “monaco gp” por el “Amidar” (mas monedas suplicadas a los abuelos, mucho mas receptivos a mis repetidas súplicas de presupuesto), cerca del gimnasio un “berzec” y un “frogger” iluminan los desayunos tras el ejercicio de los sábados(después lo cambiarán por un “pengo” que también se llevará los cambios del desayuno)....
Mi primo Juan se convierte en otro ávido buscador de arcades, compartimos hallazgos y me descubre el “Ave Phenix” (y me deja llevarle el escudo, motivo de no pocas discusiones) y flipamos juntos con el “Pole position” (que realismo).
Vacaciones de nuevo. En Platja de Aro el padre de Xavi trabaja en un bar que tiene una sala con un montón de máquinas. Partidas gratis al “Pacman” (en la que Xavi es un as) y a un deslumbrante “Crazy climber” (con una palanca para cada mano). Mientras, con Albert y los demás, nos hartamos a jugar al “Scramble” en el hotel “El Ancla” de S’Agaro, un buen día la cambian por un “kung fu master” y seguimos enganchados a la máquina.. Al volver de vacaciones, con Xavi y Oscar descubrimos el Donkey Kong en un bar de Principe de Asturias. No podemos separarnos de la máquina y, durante meses, nos escapamos siempre que podemos para jugar unas partidas.
Con Jose también hacemos escapadas en busca de maravillas: “burguertime”, “popeye”, “moon cresta” (la del ensamble), la divertida “elevator action”... todos los bares tienen su máquina. Sólo tienes que decidir en que máquina te gastas la paga. También las revisas siempre en búsqueda de créditos huérfanos. “Track and Field” (la de las olimpiadas) supone un punto y aparte: juego en parejas - uno corre, el otro salta -, colas imposibles, el mechero...
Paralelamente aparece el Spectrum y también podemos jugar en casa... pero nunca será lo mismo (pese a eso invierto horas y horas en ejercitar los dedos).
Empiezan los peregrinajes a salones de recreativos cada vez mas lejanos y la lista continúa “1942”, “punch out” (en el novedades, me dejó sin habla, parecía que la máquina te podía pegar), “Comando” y “gaunlet” (estos en la sala de máquinas de plaza universidad)., “ghost and goblins” (de nuevo cerca de casa), “indiana jones” (en el Marc’s).
Llegan máquinas de nueva generación: el “out run” (con vibración), el “after burner” (prácticamente con un avión), “operation wolf” (con ametralladora)... sigo jugando pero ahora en las máquinas que me encuentro en los bares cuando salgo de marcha “Street fighter 2”, “Hang On”, “Double Dragon”... podría seguir durante horas, pero ya os he aburrido bastante.

Cada vez me encuentro con menos máquinas (y cuando encuentro una en un bar no puedo evitar hacer un par de partidas – sea cual sea la máquina-). Es una lástima pero están desapareciendo las últimas y con ellas los últimos salones recreativos. Por eso quería tener una máquina en casa. Para recordar viejos tiempos y poder seguir disfrutando de nuevos descubrimientos, de nuevas partidas y piques con los amigos, de esa agradable sensación que supone tener el joystick en la mano y créditos para jugar, para evitar, en definitiva, un game over.

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