22 diciembre 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 21 de diciembre de 2005


Con las fechas navideñas llegan una serie de tradiciones entrañables y otras que no lo son tanto. Entre las últimas destaca con luz propia la cena de empresa.
Ante el alto número de intoxicaciones etílicas que se produjeron en las cenas del año pasado el señor Levi – dueño y señor de la empresa donde diariamente me bato el cobre y, por lo tanto, de nuestros destinos – ha decidido reconvertir la cena en comida dando un nuevo sentido a esta tradicional colación navideña.

El lugar elegido para el notable evento es el restaurante estrella de la ciudad en la que trabajo. Los trabajadores de las otras divisiones de Levi (camisas, ropa interior...) también están presentes en el gran salón elegido para la ocasión.

La comida resulta entretenida pese a que hablamos de trabajo, de trabajo y, también un poco, de trabajo. Tras el postre – espectacular – llega otra de esas deleznables tradiciones navideñas. Normalmente me niego a participar en esa idiotez supina llamada “amigo invisible” (explicación para aquellos que tienen la suerte de desconocer su funcionamiento: El azar pone en tus manos un papel con el nombre de un compañero de trabajo al que debes hacer un regalo de un importe determinado. Explicación segunda. Presuntamente es divertido) pero esta vez me vi atrapado y me fue mas fácil participar que negarme.
La fortuna me sonríe y al acabar el reparto de regalos tengo en mis manos un espectacular cuchillo para matar elefantes (ojo, no es broma, tengo un cuchillo con una hoja de 12 centímetros – seguramente ilegal en toda la comunidad europea – con el que podré cometer todo tipo de delitos).

Dejo el reparto de regalos y – sin café – voy a Levi Pants ya que mi turno hace rato que ha empezado. En el momento en el que dejo la sala, el alcohol en sangre de alguno de los presentes llega al nivel “amistad eterna”. Después – a lo largo de la tarde – irá a mas. Por suerte – o por desgracia - no lo veré.

Al acabar la jornada laboral me llevo a casa otra institución de estas fechas (contra la que no tengo ningún tipo de prevención): el lote de navidad. Cargado con el lote – que incluye un jamón y por lo tanto pesa lo suyo – y dispuesto a defenderlo a capa y cuchillo, vuelvo a casa.
Mañana la lotería no me alejará de Levi Pants.

No hay comentarios: