13 diciembre 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 11 de diciembre de 2005


En mi ciudad tenemos una larga tradición consistente en colgar cosas en los balcones. Hace años se solían colgar, una vez usadas, las palmas y los palmones. Todavía hay quien conserva esta tradición, pero últimamente ha caído en el olvido. También es tradicional colgar banderas para celebrar las fechas importantes y todo tipo de pancartas reivindicativas. Otra de las cosas que se suelen colgar en los balcones – o, en su defecto, en las ventanas - es la propia persona (es una manera de protesta que, poco a poco, va ganando adeptos).
La última desafortunada moda colgante la protagonizan multitud de “papa noeles” que este año amenazan con colapsar el espacio balcón de nuestra ciudad. Son de todos los tamaños y condiciones. Unos cuelgan de sus escaleras en un eterno “estoy a punto de llegar a tu casa para dejar los regalos que llevo en el saco”, otros – con más descaro- se han instalado en una silla del balcón y miran con descaro hacia la calle. Los hay pobres y lujosos... pero todos son - estéticamente - un atentado.
En el trayecto que nos lleva desde casa al Ugarit cuento mas de una veintena. La invasión está cercana.

Después de comer en el Ugarit nos encontramos con María y Amador y nos acercamos al faraónico recinto del Fórum. El motivo de nuestra primera visita a este recinto es la presencia en su desaprovechado suelo de un circo sobre hielo, el circo “Paraiso” (hemos conseguido las entradas en una tele local).
En el interior del circo hace frío, mucho frío. Claro, el hielo, concedes antes de empezar la función. Cuando acaba la función (floja salvo algún número de trapecio de mucho mérito) te preguntas cual es la razón de la presencia del hielo. La verdad es que podrían haber hecho lo mismo sin hielo y en un ambiente cálido y todos hubiéramos sido mas felices. Porque ¿era necesario que el saxofonista que se marca un solo en el centro de la pista saliera con patines? (Patines – que todo sea dicho – no dominaba a la perfección) Es mas, ¿era necesaria la presencia del saxofonista en el centro de la pista? ¿Es un solo de saxo un número circense? ¿El hecho de tocar sobre patines es un número de riesgo?
Son preguntas que, lamentablemente, nunca encontrarán respuesta.
Pese a que no es el circo de nuestra vida, nos lo pasamos bien y conseguimos llegar al final de la función sin congelaciones en las extremidades. Una tarde distinta y muy entretenida.

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