30 noviembre 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 27 de noviembre de 2005


La promesa de un desayuno reparador me hace salir de la cama. Fuera, en el mundo exterior, el viento sigue soplando con fuerza. En la vieja cocina de la casa – ahora convertida en un cálido comedor – tomamos el desayuno y planificamos el día. Es el momento de abandonar el “Hostal del Castell de Gimenelles” y volver a la vida real.
Nos volvemos a perder pero al final llegamos a Barcelona. Nos espera una loca comida familiar.
El motivo de la concurrida reunión es la visita de Ángel (parte de la familia francesa y al que no veía desde el 1983). Estamos todos: mis padres, hermanos, tíos, primas… sólo falta Alberto que sigue con su tour turístico-laboral por Asia. En medio del vórtice de caos que hemos creado una vez mas, intenta sobrevivir Ángel que, pese a entender algo de castellano, no entiende el pedazo de familia que le ha tocado en suerte. Chistes, gritos, discusiones, abrazos, bromas, risas, más gritos… y él en medio de todo, sonriendo pese a la que está cayendo.

El resto del día lo pasamos durmiendo aquejados de una extraña enfermedad.

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