21 septiembre 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Miércoles, 21 de septiembre de 2005


Hay, a lo largo de un día, una multitud de pequeños momentos capaces de llenar con su luz la oscuridad generada por el trabajo, las obligaciones y la rutina.
Son pequeñas cosas que – aparentemente – carecen de importancia, pero que – unidas – son capaces de llenar de sentido ese día que cargamos en el saco de los ya vividos.
Son cosas como un baile en el pequeño espacio que ha quedado en la despensa tras montar en ella las nuevas estanterías (trabajo del que , como siempre, se ha encargado María José), como una caña en un bar sentado junto a la ventana mientras escribo esto que estais leyendo, como el paréntesis que te permites en tu día a día para leer tonterías como esta.
Son momentos únicos que hemos de apreciar en el momento en el que ocurren: un madrugón para desayunar con María José, escuchar a Rufus Wainwright camino del trabajo, pasear por mi nuevo barrio donde todo está por descubrir, una comida en “El Foro” en compañía de un buen libro...
El viernes es festivo, ya queda menos para un largo fin de semana.

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