26 abril 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 24 de abril de 2005


Me despierto... silencio... me vuelvo a dormir. He dormido muy bien. Nos levantamos y bajamos a desayunar. Parece no haber nadie del hotel despierto así que leemos un rato en la terraza junto a otros huéspedes. Las nubes que ayer nos dejaron sin puesta de sol parece que hoy también nos acompañarán.
Aparece Pere, - me matareis... me he dormido – , se disculpa y nos prepara el desayuno frente al mar.
El día sigue nublado, abandonamos nuestras playeras esperanzas y nos entregamos a una ruta turística.
Cala Xarraca
Santa Agnes de Corona, “Days like these”, San Mateu d’Albarca, “En un mercedes blanco”, Sant Miquel de Balansat, “Desde aquí”, Port de Sant Miquel de Balansat, “Chambre avec vue”, Santa Gertrudis de Fruitera, “La primavera trompetera”, Sant Llorenç, “Por que te vas”, Balàfia, “Elegía”, Sant Carles de Peralta, “sunny”, Cala de Sant Vicent, “Fly me to the moon”, Sant Vicent de Sa Cala, “Smokin’ the hive”, Santa Eulària des Riu, “No tengo novia”, Es Canar, “let it be me”, Cala Martina... campos, playas, acantilados, pequeñas iglesias carretera, ovejas, canciones, árboles y, de fondo, siempre el mar. Ibiza, esta Ibiza sin chanclas que esta mañana estamos descubriendo, me encanta.
Cala Martina. Terraza con vistas
En Cala Martina, en un chiringuito a escasos metros del mar, comemos con los pies descalzos sobre la arena. El sol, esquivo toda la mañana, ha decidido unirse a nosotros y nos acompaña durante la comida. Hace mucho viento pero se está de lujo. Cuesta describir el privilegio que supone poder comer aquí. La lista de restaurantes que había confeccionado en Barcelona tras consultar unas cuantas guías ha sido vencida por una ensalada de chiringuito de playa, por un rato de sol, por el rumor del mar y por unas vistas sensacionales. Tras la comida llegan los cafés que alargamos hasta que el viento nos obliga a abandonar nuestra privilegiada mesa.
María José en Cala Martina
Volvemos sin prisas, parando en pequeñas calas, perdiéndonos por carreteras que no aparecen en el mapa que encontramos en el coche, con las ventanas abiertas, gozando de cada momento.
Ya en el Hotel nos instalamos en la terraza. Hoy parece que si que se podrá disfrutar desde aquí de una puesta de sol impresionante, desgraciadamente no estaremos aquí para verlo. Leemos un rato y finalmente nos despedimos de Pere agradeciéndole su hospitalidad. Camino del aeropuerto bajamos hasta Es Cubells para despedirnos del mar.
Antes de devolver el coche tenemos que rellenar el depósito - ¿gasolina o gasoil? – por más que damos vueltas al coche no encontramos ninguna pista que nos decida. En la gasolinera tampoco se mojan. El tiempo se nos echa encima. Decidimos dejarlo así. Nervios. Llegamos al aeropuerto en el mismo momento en el que anuncian la salida de nuestro vuelo. Más nervios. Ventanilla de facturación, la tarjeta de embarque queda atascada, cola en el control de la policía y, finalmente, embarcamos y salimos justo después de sentarnos. Nos volvemos a relajar.
Volvemos a casa. No tenemos la impresión de haber salido ayer de allí.

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