06 marzo 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 04 de marzo de 2005


Me levanto pronto y, con los ojos todavía en proceso de apertura, desayuno con María José mientras comentamos la larga jornada que nos espera a ambos.
María José se va a trabajar y yo, poco después, salgo con destino a mi penúltima sesión de rehabilitación. A estas alturas mi musculatura tendría que convertirme en el candidato perfecto al título de mister universo... pero la realidad dista mucho de ese supuesto y sigo teniendo problemas para levantar la bombona de butano.
Al salir de rehabilitación me acerco al apartado de correos donde me está esperando un paquete repleto de tesoros: viejos vinilos de colores, singles, epes y elepes que se incorporarán en breve a mi colección.
Un viaje comodísimo en Tombus me devuelve al centro de la ciudad y el canto de las sirenas del Fnac me atrae llevándome, una vez más, a la perdición. El “Cançons de temps de destrals” del siempre grande Xavier Baró se me pega a la mano y mis intentos para salir sin él de la tienda fracasan totalmente.
Paseo por el barrio y paro en el “Caelum” – soy el único cliente- a hacer un café mientras leo “Cherry”. Acabo el libro pero la sensación de frío que me ha acompañado durante su lectura no ha desaparecido al acabarlo.
En casa de nuevo escucho a Xavier Baró y preparo la comida.

(pasan algo más de 8 horas)

La jornada en Levi Pants ha llegado a su fin. Con Xavi, Xose y Gilbert nos acercamos a un bar gallego de la ciudad vecina para cenar algo y arreglar el mundo. Ellos son parroquianos habituales y nada mas entrar por la puerta tenemos cuatro quintos en la mesa (durante la noche no pararán nunca de aparecer en la mesa nuevas botellas que vienen a sustituir a las que ya hemos consumido). Cenamos tapas (buenas y abundantes como corresponde a todo bar gallego) y hablamos de trabajo. En un momento de la noche que no soy capaz de concretar aparece un individuo –que responde al nombre de Miguel y es otro parroquiano habitual- y se incorpora a nuestra animada tertulia.
Robert y Josep son los últimos que, tras acabar el turno de noche en el que trabajan, se incorporan al grupo. Más cervezas, más soluciones insólitas a los problemas de la humanidad y una última cerveza en el “Blue Monk” me dejan en un estado lamentable. Me retiro, ellos siguen.

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