06 enero 2005

DIARIO DE UN OCIOSO
Jueves, 06 de enero de 2005


A ritmo del “Real Gone” de Tom Waits pongo fin a las últimas horas de estas largas y agotadoras jornadas navideñas. El balance es bueno pero nuestro cuerpo presenta claros síntomas de necesitar un largo descanso (María José está en la cama y yo no me encuentro demasiado mejor).
Ayer fue un día marcado por tradiciones que hemos ido haciendo nuestras durante los últimos años. La noche de reyes suelen venir nuestros padres a cenar a casa. Pese a que no hay presión nos gusta que disfruten y eso quiere decir trabajo. Por la mañana compras en el mercado y puesta en marcha de la cocina. Por la tarde me encierro entre ollas hasta que llegan.
Además del habitual surtido de entrantes (“hommos”, “esqueixada”, boquerones, “gildas”, salmón marinado – receta de Nuria -, tartar de salmón – una incorporación nueva que no faltará en futuras cenas-, huevos de codorniz, ensalada...) preparo un filete de buey mechado que, pese a las dudas iniciales por su sencillez, resulta delicioso. María José se encarga del pan (de cebolla y calabacín, receta de Jordi R2) y del postre (el tiramisú que también Jordi R2 nos enseñó a hacer).
Después de cenar seguimos con las tradiciones de la noche de reyes. Este año María José ha recogido bastante dinero y con Sus y Alberto, como el año pasado, vamos a comprar juguetes y a entregarlos en una de las campañas que las emisoras de radio organizan esta noche para que ningún niño se quede sin juguete. Dos “scalextrics” y dos bicicletas pequeñas son la estrellas que esperamos que, por la mañana, arranquen grandes sonrisas. Pero el resto de regalos (un camión de bomberos, un castillo, un monopatín, un juego de maquillaje creativo y una pelota) estamos seguros que también cumplirán su función.
Son las dos de la madrugada y el ambiente de la calle – llena de gente – es fantástico pero estamos muy cansados y, tras tomar algo en un bar que está cerrando, volvemos a casa a dormir.

Hoy hemos continuado inmersos en la tradición: madrugón, viaje a Alella, regalos (el disco de Tom Waits que sigue sonando ahora mismo es parte de mi generosa y no negaré que merecida cosecha), chocolate de la tía Antonia (espeso, casi solido), vuelta a Barcelona, siesta del carnero (de 3 horas), moto, comida en casa de Olivia y Roberto (que en un alarde de tradicionalismo ha preparado unos canalones impresionantemente buenos), sobremesa mientras Martina da vueltas en el reducido ecosistema que es el comedor, vuelta a casa y, mientras María José duerme e intenta recuperar fuerzas, yo escribo y escucho un disco con sabor a clásico.

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