26 diciembre 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 25 de diciembre de 2004


Viernes. Salgo antes de Levi Pants y me encuentro con María José en casa. Ha llegado el momento de desenvolver los regalos que desde hace unos días ocupan el pié del árbol. Son regalos cargados de ilusión y que nos han mantenido ocupados durante muchas horas. El balance no puede ser mejor: mucha alegría, un abrigo precioso, una mochila que viene a sustituir a mi muy ajada – algunas fuentes se refieren a ella como vergonzosamente destrozada - mochila, cd’s de cantantes veteranas – Nancy Sinatra, Marianne Faithfull y Loreta Lynn – y libros. Creo que a María José también le han gustado sus regalos (los saltos verticales que da al abrir alguno de ellos me hacen ser optimista al respecto).
Salimos en busca de algo para comer y encontramos que en todas partes han cerrado ya la cocina. Acabamos en “la pizza del Born” haciendo su menú (dos raciones de pizza y una bebida por algo más de 3 euros).
En el “Museu de la Xocolata” compramos los últimos detalles para estos días y me regalo un excelente chocolate a la taza. Vuelta a casa y siesta preparatoria para afrontar las largas jornadas festivas que nos esperan.
Cena en casa de mis padres. En la mesa hoy somos 16 (familia y unos vecinos). Como cada año hay mucha comida y toda está deliciosa. Como cada año bebo más de lo que mi prudencia – si la tuviera- podría indicarme. Como cada año como demasiado. Como cada año me lo paso muy bien. Tras la cena, que ha sido muy larga, llegan los regalos. Un nuevo lote de libros y dvd’s colma todas mis expectativas (Vargas Llosa, Benedetti, Auster, Trapiello, Woody Allen...). También me regalan un jersey chulísimo y un pijama (que, pese a ser de mujer, me queda muy bien). Todo me gusta mucho, he tenido suerte.
Hartos de esperar taxis en noches como hoy, hemos venido en moto. Cargamos la mochila y volvemos a casa. Estamos muy cansados.

Sábado. Nos levantamos tarde y nos ponemos en marcha poco a poco. El día es gris y parece que lloverá. Cogemos el tren hasta Alella donde nos espera la segunda comilona familiar de estos días. Esta vez a la mesa somos 13 (este año se ha incorporado Alberto y he dejado – por fin - de ser el último “afegit”). Intento moderarme un poco (mi estómago lo pide a gritos) y sólo lo consigo parcialmente ya que cuando llega la carne del caldo mi debilidad por la pelota me pierde. La sobremesa se alarga mucho y “el tete” me enseña las fotos de su viaje a Brasil (fantásticas, y como siempre que veo fotos de viajes me entran unas terribles ganas de viajar). Estoy cansado, me sumo a la siesta que María José se da en el sofá y dormito mientras escucho las risas y los gritos de Joana (que sigue siendo malísima pero está muy guapa). A Alejandro le han regalado un “Tetris” para la tele y hacemos unas cuantas partidas antes de volver a casa.
La siesta, la vagancia, el sofadismo y la falta de actividad principal caracterizan nuestro triste deambular por las horas restantes del día.
He acabado “Patria” (me ha gustado mucho) y empezado “Vecinos”. El libro, de Jan T. Gross, es un escalofriante ensayo sobre el exterminio de la comunidad judia de Jedwabne llevado a cabo por el resto de vecinos de esta población polaca.

PATRIA
Robert Harris

Ante todo “Patria” es un buen thriller político. Pero Robert Harris lo sitúa en una realidad paralela resultante de la victoria de Alemania en la segunda guerra mundial. Ese mundo imaginario está pero perfectamente documentado y eso le añade a la novela una credibilidad que, aunque ahora ya – y por suerte- resulte imposible, hace que todo nos parezca probable.
En el núcleo de la novela gravita un hecho real del pasado (por desgracia, real): la conferencia de Wansee sobre la solución final que tuvo lugar el 20 de enero de 1942. En esta conferencia (documentada perfectamente en el excelente “La villa, el lago, la reunión” de Mark Roseman, libro que me dejó Víctor y que – años después – aún corre por casa) una serie de burócratas nazis decidieron la (mala) suerte de millones de personas y la aplicación de las medidas oportunas para acabar con sus vidas de una manera ordenada).
Robert Harris se mueve con facilidad entre la escalofriante realidad y el thriller de ficción. El resultado es un best seller muy bien documentado que se lee de un tirón. Un ejercicio de documentación admirable unido a una deslumbrante imaginación producen un libro fascinante.

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