19 diciembre 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 18 de diciembre de 2004


Viernes. Nuestro jefe y señor – el señor Levi- , en un acto de generosidad inédito pero sin duda relacionado con estos tiempos de fraternidad que de manera secuencial – y siempre coincidiendo con estas fechas – suele protagonizar la tradicionalmente poco dada a alegrías patronal, suspende la producción y nos da fiesta. Este hecho inédito en el extraño mundo de la producción de pantalones llena mi corazón de regocijo y me lanza, cuatro horas antes de lo que por convenio me corresponde, al lujo asiático que supone el fin de semana sin trabajo.
Corresponde celebrarlo con los compañeros de labor (parece ser que no he tenido bastante con las 38 horas que he pasado con ellos esta semana) y en un bar cercano a Levi Pants hacemos una cerveza mientras agotamos las últimas anécdotas laborales (conversaciones sobre botones, cremalleras y tiros que sería demasiado agotador detallar aquí).
Hace mucho tiempo que no tengo la oportunidad, como hoy, de comer en un día laboral con María José. Puede parecer una tontería (desayunamos juntos 7 días a la semana y cenamos también con la misma frecuencia) pero poder comer hoy con María José se convierte en una cita que apetece un montón.
Nos encontramos en el centro y comemos en un chino. Antes de comer nos encontramos con Gloria (a la que hace mucho, demasiado, que no nos veíamos).
Después de comer salimos a cazar regalos para la nochebuena familiar. Distraemos la fiebre consumista que nos ha atrapado – como a todos – con la visita a las muchas galerías de arte de la zona por la que decidimos buscar (en las que no vemos nada que nos guste demasiado). Visitamos a Ana en la tienda en que trabaja (mucho por estas fechas) y seguimos con nuestra caminata. Al final del día no hemos conseguido demasiados regalos y estamos agotados, pero nos hemos divertido mucho.

Sábado. El ajetreo de los últimos días ha dejado nuestra nevera en un estado, por suerte, inusual. Dado que un desayuno a base de lenguado congelado (una de las pocas sólidas que hemos podido encontrar en toda la casa) puede resultar poco atractivo, decidimos desayunar fuera.
Nuestra primera opción, el bar Sanz, se hunde debido a la cola que presenta a la hora que nosotros nos presentamos. Decidimos movernos por el barrio y acabamos en un bar cercano. El desayuno resulta delicioso.
Me gustaría seguir con María José pero tengo que comprar su regalo. Nos separamos. Poco después me encuentro a Luisa (mi tía) y a Marta (mi prima) que están buscando también los regalos para nochebuena. Hablamos un rato pero las abandono pronto ya que tengo mucho trabajo.
La mañana, después de muchas dudas, se saldará con éxito. Pero antes de alcanzarlo y saturado por las dudas que me corroen, decido hacer un alto en el camino y me voy hasta el mercado a hacer la compra. Es un placer volver, después de mucho tiempo, a recorrer las familiares paradas, a hablar con viejos conocidos que me dan trato de amigo (no se me escapa su interés, pero pese a todo se agradece) y a disfrutar de los sonidos y olores de los que el mercado es una verdadera fiesta.
De nuevo con María José, comemos en casa y salimos juntos a continuar la caza del regalo. Un par de horas después volvemos a estar en casa saboreando la satisfacción de la labor bien hecha.
La mala noticia es que, en un bajón de tensión, nuestro video ha presentado problemas de salud que probablemente nos alejarán de sus servicios – tan necesarios para nosotros – durante los próximos días ( por suerte nos queda el dvd).
Ceno con María José (en plan novios y todo eso) en “La Sucursal” (Comerç, 4 Tel. 933106595). Hoy nos sorprenden con su menú de navidad (por 21 Euros, bebida, cafés y postre incluidos, cenamos muy bien).
Ya en casa apuro las últimas horas del día escribiendo este diario mientras escucho a Bebo Valdés y a El Cigala... ahora mismo suena “la bien pagá”.

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