14 diciembre 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 11 de diciembre de 2004


Suena el despertador mucho más pronto de lo habitual. Salimos a la calle sin desayunar y caminamos hasta plaza Cataluña cruzándonos con gente que está dándole los últimos tragos a la fiesta nocturna. Autobús, aeropuerto, facturación y – por fin un poco de tranquilidad - desayuno con el periódico. A las 7:55, puntualmente, despega nuestro avión hacia Milán. Volamos con “Vueling” que a parte de ser muy económica (el billete de ida y vuelta para dos personas nos ha costado 72 euros, tasas incluidas) resulta ser una compañía muy eficiente y el ambiente de cercanía que consiguen con la simpatía del personal de cabina se agradece.
En Milán – Malpensa nos recoge Consol y nos lleva en coche hasta su casa en Legnano. Mis primeros pasos en Italia consisten en un agradable paseo por la pequeña ciudad y en un café (delicioso) en el local de Beppe.
Consol y Alberto están arreglando la que será su casa cuando terminen las obras y, después de encontrarnos con Alberto, vamos a visitarla. El piso, ahora en obras, está en un antiguo “cortile” (un conjunto de viviendas que dan a un patio interior, es la construcción típica de esta zona) y, aunque aún falta mucho por hacer, parece muy acogedor.
Vuelta a casa y primera comida (un plato de pasta buenísima que Alberto se encarga de preparar. Estamos preparados para acercarnos a Milán para empezar a hacer el turista. La “Trienale”, un paseo por el parque el parque sempione al anochecer “Sempione” y el castillo de los Sforza, el “Duomo”, las galerías Vittorio Emanuele, el teatro de la “Scala”, un mercadillo de productos artesanos... visitar una ciudad acompañados por un guía nativo y una guía que no es nativa pero sabe más que muchos nativos es un privilegio. En nuestro deambular por la ciudad no hay pasos en falso y lo que no sabemos o entendemos encuentra pronto respuesta.
Cuando llegamos a casa estamos muy cansados. Pero tenemos mesa en un restaurante típico y volvemos a salir. Tras dar muchas vueltas con el coche llegamos a Torba (un pueblo muy pequeño) donde está la “Trattoria di Torba” (21040 Torba di Gornate Olona. Italia. Tel. 0331/820180). Nada más entrar Alberto se encuentra a unos clientes y, en una muestra de la educación italiana, somos presentados a los clientes y a los amigos de los clientes. El comedor del restaurante se convierte en un ir y venir incesante de manos que se cruzan, de inclinaciones de cabeza y de saludos de cortesía. Una escena de caos sólo comparable a la de los hermanos Marx en el camarote de “Una noche en la ópera”.
Al final conseguimos llegar hasta la mesa. Son las 9’30.
Pronto aparecen los “antipasti” (“cotechinni”, “copa”, “prosciutto”, tortilla, una especie de empanada, queso con tomates secos...). Damos cuenta de ellos (ayudados por grandes dosis de un tinto buenísimo) y nos lanzamos a por el primero (yo me decido por un risotto y los demás por pasta). Todo está delicioso. Al segundo sólo llegamos Alberto y yo (yo me decido por un plato de queso a la plancha). Con los segundos aparece un plato de patatas fritas, después otro y – cuando ya estamos acabando- una segunda ración de “cotechinni” que, en una lección de gula perfectamente articulada, devoramos por completo.La cena ha sido fantástica, la mejor en mucho tiempo. Cuando nos levantamos de la mesa el reloj marca la 1’30. No hemos parado de hablar ni de comer durante las últimas cuatro horas. Nos despedimos de la señora del restaurante (que nos vuelve a dar muestras de afecto y cordialidad) y salimos a la calle. Hace mucho frío (el termómetro del coche marca 0 grados) y es hora de volver a casa.

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