27 octubre 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 22 de octubre de 2004


En el trabajo. Dos llamadas traen malas noticias relacionadas con un amigo primero y con una compañera de trabajo después (Juan, Araceli... siento no haber podido estar a vuestro lado hoy. Un beso muy grande a los dos).
Por la tarde y dentro de la rueda de médicos en la que me he introducido voluntariamente (uno tiene una edad y tiene que pasar ciertas revisiones con preocupante frecuencia) visito por segunda vez en dos semanas a un alergólogo. Después de la primera visita y ante la manifiesta estulticia del facultativo tuve la tentación de no volver. Ojalá lo hubiera hecho. Una enfermara, armada con un punzón, introduce en mi organismo todo tipo de substancias para comprobar las reacciones de mi cuerpo ante tal agresión. Descubro que soy alérgico a casi todo.
El médico está cerca de la ahora desmantelada fábrica de tejanos de la que fui despedido hace unos meses. Paso por delante del edificio y me encuentro a Xavi que sigue trabajando aquí. Con él visito las fantasmagóricas instalaciones y me encuentro con los excompañeros que ocupan el taller clandestino en que la empresa se ha convertido últimamente (este viernes cierra definitivamente). La casualidad me ha llevado a ver el final de algo que empezamos con mucha ilusión hace cuatro años.
Me encuentro con María José y subimos hasta casa de Olivia y Roberto para cenar y celebrar el reciente cumpleaños de Olivia. Roberto prepara una cena deliciosa y discutimos sobre planes de futuro. A la una – mañana tenemos que trabajar – nos retiramos. Ha sido un día agridulce, un día lleno de sensaciones encontradas.

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