04 julio 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 4 de julio de 2004


Nos levantamos pronto, desayunamos y, con las bicis, bajamos por calles completamente vacías hasta el Club. Si por el camino estábamos prácticamente solos, al llegar la sensación de soledad se acentúa. El Club suele estar vacío a estas horas pero hoy hay menos gente todavía. Nado un rato y después leo frente al mar.
Volvemos a casa cruzándonos con la marea humana que empieza a llenar la playa.
Dejamos las bicis, compramos el periódico y nos vamos a leerlo en la terraza del “Caliu”. Las flores de las acacias, que no paran de caer alfombrando el suelo de amarillo, nos obligan a defender nuestras bebidas con alguno de los folletos publicitarios (cada día más numerosos) que acompañan al periódico dominical.
Todavía no hace calor, la calle es peatonal y no tenemos ninguna prisa. Se está bien. El periódico, estratégicamente dividido en partes, va pasando de mis manos a las de María José y de las de ella a las mías.
Hemos desayunado muy pronto y tenemos hambre. Comeremos en horario europeo en “La Chacha” que se ha convertido últimamente en nuestro segundo hogar.
Vuelta a casa y siesta patrocinada por el Tour (ayer se me olvidó contar que había empezado este gran generador de siestas, este sin par culpable de cabezadas históricas. Esta primera semana – llena de etapas llanas – augura unas tardes reconfortantes delante del televisor).
Completo la tarde deportiva con motociclismo, automovilismo y la final de la Eurocopa. La victoria de Grecia me deja exhausto. Me voy a dormir.

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