07 junio 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 4 de junio de 2004


Con los primeros rayos de sol los pájaros, enloquecidos, me despiertan. Me vuelvo a dormir.
Nos levantamos tarde y al abrir la puerta de la calle nos encontramos el desayuno (un delicioso “coc de tomàquet” y unas cerezas gentileza de la tía Ángela) colgando del cañizo. El inesperado regalo nos soluciona el grave problema de logística generado por nuestra improvisión.
Conseguimos arrancar lentamente mientras la pregonera del pueblo anuncia una excursión -por sólo 15 Euros - con Mediterráneo de Serrat como fondo musical.
El sábado es día de mercadillo y, paseando entre paradas de fruta y ropa, nos encontramos al tío Lluís.
Tío Lluís es un amigo del abuelo de María José pero siempre ha sido uno más de la familia. Para María José Lluís es un abuelo más y siempre me ha acogido con los brazos abiertos (que es como siempre acoge a todo el mundo). Tras cuatro años sin verlo nos alegra ver que sigue igual que siempre: vital a sus 88 años, cariñoso, rodeado de gente joven y sordo como una tapia. Abrazos, besos y nos acompaña mientras hacemos unas compras. Aprovechamos para conversar con él y como cuatro años dan para mucho, la conversación se alarga primero en el bar de Eladio delante de unos boquerones y después comiendo en el “hostal del boig”. Martina ha aprendido a bailar, un silbido de Roberto activa un resorte en su interior que le hace botar con su habitual alegría.
La larga jornada, y las duras tareas que el día nos ha deparado, nos han dejado para el arrastre. Se impone una larga siesta.
Tras la siesta dejamos que la tarde pase lentamente mientras leemos y descansamos. Cena y larga tertulia con posturas defendidas con la vehemencia habitual. A las 12 celebramos el cumpleaños de Roberto y posponemos la esperada partida de diccionario para un momento mejor.

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