12 junio 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 12 de junio de 2004


En ocasiones un hecho triste, como es un velatorio y el posterior entierro, acaba convirtiéndose en una pequeña celebración familiar. Nos encontramos con aquellos a los que queremos, con aquellos que nos aprecian (y a los que – la vida siempre es así – no vemos todo lo que querríamos ) y, sin buscarlo, surgen las anécdotas del pasado, los cariños olvidados, alguna emotiva lágrima y muchas risas que ayudan a pasar el trago.

Viernes y sábado en el tanatorio de Alella. Lo llamo tanatorio por que es lo que un cartel junto a la puerta anuncia: “Tanatorio municipal”. La realidad desmiente lo que el moderno cartel predica. El tanatorio de Alella es una simple habitación adosada al cementerio. No hay conserje que lo guarde ni horarios de apertura. Un funcionario municipal te entrega la llave para que seas tú el que elige cuando se abre y cuando se cierra el chiringuito. Tampoco hay ningún tipo de servicio auxiliar: cualquier extra que consideres oportuno tienes la libertad de montártelo por tu cuenta. En la habitación hace mucho calor, se está mejor en los bancos que hay junto a la tapia del cementerio que en su interior.
Debemos componer una imagen curiosa. Estamos sentados a la fresca en el banco de piedra y en las sillas que hemos ido sacando del interior de la habitación. Hablamos, reímos, nos abrazamos, gritamos y discutimos. Se organiza un improvisado partido de fútbol con una pelota de playa y con la puerta del cementerio como portería. El perro de un paseante se apunta al festival y los niños juegan a nuestro alrededor... al final, y es una suerte, el ambiente es más festivo que triste.
El resto del tiempo lo ocupan las comidas / cenas familiares. Más risas, más gritos, más discusiones... como en la escena final de una película de Fellini.

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