23 junio 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Martes, 22 de junio de 2004


Es agradable levantarse pronto cada día y poder empezar el día con una conversación mientras desayunamos. María José se va a trabajar y yo cojo la bici y bajo hasta el club pese a que las nubes esconden el sol y el ambiente es fresco. Nado un rato mientras el sol, tímidamente, hace un quiebro a las nubes y empieza a calentar.
Me estiro delante del mar y leo (“Infancia” me está encantando). Oigo el mar, el lejano murmullo de la ciudad que todavía está arrancando y el rítmico sonido que los nadadores hacen a mis espaldas. Algunos de los veteranos socios del club se adentran con paso vacilante en la arena de la playa embutidos en bañadores comprados hace más de treinta años. El de ellas, como no, tiene un estampado floreado. Más tarde llegan los niños, ya de vacaciones, y empiezan a jugar, gritar y reír en la arena. Dejo el libro, cierro los ojos y me dejo llevar. Me dejo acariciar por el sol que todavía sigue luchando por ganar la batalla que, finalmente, conseguirá ganar. Hoy hay menos gente pero los habituales no faltan nunca (se les conoce fácilmente por su apergaminada piel y su cara de felicidad).
Vuelvo a casa y juego un buen rato con el “heroes of might and magic”.
Me encuentro con Eli cerca de su trabajo. Comemos en un restaurante de menús y alargamos la sobremesa en una terraza cercana. No tenemos suerte con el restaurante, por suerte es lo de menos.
En el apartado recojo tres cd’s (nada interesante) y vuelvo a casa.
Por la noche, y ya con María José, vemos un par de capítulos de “Los Soprano”.

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