30 mayo 2004

“Como ya te he dicho, lector, en anteriores entregas, he estado emulando al poeta Milton pasando mi juventud retirado, entregado al estudio y a la meditación a fin de perfeccionar mi oficio de escritor, tal como hizo él; la intemperancia cataclismática de mi madre me ha arrojado al mundo con la mayor crueldad. Mi organismo entero está aún agitado. En consecuencia, estoy aún en el proceso de adaptarme a la tensión del mundo laboral.”
Ignatius J. Reilly. Fragmento de “Darryl, diario de un chico trabajador” escrito en una hoja de papel con el membrete de Levy Pants.


DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 29 de mayo de 2004


Los sábados que pasamos en casa suelen tener un ritmo reposado. Nos levantamos, preparamos el desayuno juntos y desayunamos sin prisas. Es el preludio de un largo día sin compromisos ni obligaciones de ningún tipo.
Paseo hasta “El Centre de la Vila”. El centro comercial ha sido ocupado por una horda de tipos realmente raros. Después del susto inicial –que, no lo voy a negar, resulta grande- descubrimos que se trata de una feria dedicada al mundo esotérico: tarotistas, brujas (algunas incluso presentan el aspecto que se les supone), masajistas extraños y freakis diversos nos sonríen tras los mostradores que tenemos que evitar para llegar hasta los cines. Comprar la entrada y adentrarnos en el interior de los “Icaria” supone un alivio pese a que sabemos que, al salir, tendremos que rehacer el camino adentrándonos de nuevo en el mundo de lo desconocido.
Vemos “Troya” que, pese a la presencia de un inexpresivo Brad Pitt (claramente un error de casting que no consigue transmitir ningún tipo de emoción) , resulta una película agradable. Es una lástima que alguno de los momentos cruciales, aquellos que deberían apelar a la emotividad del espectador, queden truncados por la mala elección de uno de los personajes principales. Porque “Troya” es, con toda su espectacularidad, una película de actores. La composición que Eric Bana hace del héroe justo, es tan acertada como la que el veterano Peter O’Toole realiza de su padre. También Orlando Bloom, de nuevo con un arco en la mano, construye un personaje creible que consigue emocionarnos. Cosa que no consigue en ningún momento ese Aquiles que nadie se cree y al que nadie importa lo que pueda pasarle. Una lástima.

Debido al metraje de la película volvemos a casa tarde y dejamos transcurrir el resto del día al mismo ritmo que lo hemos iniciado.

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