11 abril 2004

“Podrá decirse que, en tanto que un poco de ocio es agradable, los hombres no sabrían cómo llenar sus días si solamente trabajaran cuatro horas de las veinticuatro. En la medida en que ello es cierto en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización; no hubiese sido cierto en ningún período anterior. Antes había una capacidad para la alegría y los juegos que, hasta cierto punto, ha sido inhibida por el culto a la eficiencia”
Bertrand Russell. Elogio de la ociosidad. 1932


DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 10 de abril de 2004


Vacaciones de Semana Santa, día 3.
Salimos de casa pronto y caminamos, casi corremos, hasta la estación de autobuses. Allí cogemos una “Sarfa” (autobús de línea que cubre el servicio de la Costa Brava) que nos dejará, dos horas mas tarde y después de pagar un precio abusivo, en Palamós. Por el camino empiezo a leer “Harry Potter y el cáliz de fuego” de J.K. Rowling.
Hemos quedado con Jordi y Nuria en la estación. Hace sol y la cervecita en la terraza del Club Náutico se convierte en un asunto de obligado cumplimiento. Nuria ha reservado mesa a las tres; tenemos todavía tiempo para dar un buen paseo.


Cala Margarida es un remanso de paz, uno de esos rincones de la costa donde el tiempo parece haberse detenido. Quedan pocos lugares así y espero que sigan resistiendo para que, dentro de muchos años, puedan seguir sorprendiendo por su encanto y su singularidad.
Nuestro paseo nos lleva de vuelta al pueblo y a Can Blau donde vamos a comer un buenísimo arroz.
Todo está delicioso (excepto el sorbete de menta que nos seduce a casi todos y que no responde en absoluto a las expectativas que había despertado).

Hay que bajar la comida. Cogemos el coche y vamos a la playa del Castell. El Castell es un paraje que el pueblo de Palamós, después de un polémico referéndum, decidió salvar de la especulación urbanística. Es una maravilla y es una lástima no haber llegado a tiempo para rescatar más rincones como este. Nada más llegar nos encontramos a Jesús y Natalia. Tienen razón los que dicen que el mundo es un pañuelo. En Barcelona vivimos a diez minutos caminando y hace meses que no nos vemos.



Paseamos por el poblado ibérico que hay en uno de los extremos de la playa, hacemos un par de fotos y volvemos a Palamós. Vuelta a casa en Sarfa. María José, como no bebe alcohol, no sabe que el consumo de bebidas espiritosas en cantidades abundantes produce auto-sordera y me pide que no grite.

Mañana es el cumpleaños de María José... pero no aguanto más sin darle sus regalos. Me adelanto un par de horas y se los doy... ya se que es trampa... pero las normas están para romperlas.

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