24 abril 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 23 de abril de 2004


Hoy es Sant Jordi (quiero aprovechar para mandar un abrazo a todos los Jordis que, de manera totalmente desinteresada, suelen aparecer en este diario). La tradición (como la mayoría de tradiciones, un tanto sexista) dice que los hombres deben comprar a las mujeres una rosa mientras que las mujeres deben comprar un libro a los hombres. Creo que en el intercambio salimos ganando.
Yo suelo comprar libros habitualmente – una enfermedad como cualquier otra – y por eso me sorprende que el diez por ciento de la venta de libros en Cataluña se condense en un solo día. El número de rosas que se han vendido hoy también es una animalada (no se si el término se puede aplicar a unas flores): seis millones de rosas – de todos los tamaños, colores y estados de conservación – en un solo día.

Desayuno con María José y, cuando ella marcha al trabajo, me enfrasco en mi habitual pelea con el ordenador. Muchas horas después, tras alguna victoria y no pocas derrotas, me convenzo que necesito más formación. Lo intentaré con los tutoriales y, si no consigo avanzar, buscaré algún cursillo.
Ya con María José, y después de la siesta, salimos a pasear para disfrutar del día. Las Ramblas están, como cada año, llenas de gente, de libros y de rosas. Pronto abandonamos la calle y entramos en el mercado de La Boquería. Me gusta entrar a comprar en los mercados pero todavía me gusta más pasear por ellos. Nuestro paseo sigue por el Raval: por la Biblioteca de Catalunya (y su sensacional claustro que a esta hora huele a azahar) y por su Rambla (con una feria de artesanía y productos naturales multicultural, como el barrio).
Bocata en el bar que hay junto al Apolo mientras hacemos tiempo hasta que empiece el teatro.
Vemos “Las bicicletas son para el verano” (hasta el 9 de mayo en el “Teatre Victoria”). La obra de Fernando Fernán-Gómez, pese a su contemporaneidad, es ya todo un clásico. Si a este fantástico texto le añadimos una buena interpretación con quince actores en escena (y unos sensacionales Gerardo Malla y Resu Morales en la cabeza del reparto) y una escenografía sencilla pero muy funcional, tenemos como resultado más de dos horas de entretenimiento.
Salimos muy contentos y volvemos caminando a casa. Junto al Black Horse nos cruzamos con un monje Shao lin con la cabeza afeitada y vestido de naranja. Aún no repuestos de la sorpresa nos cruzamos con otro, o a una fotocopia del primero. Vivimos en un barrio extraño.

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