17 abril 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 16 de abril de 2004


Una tormenta terrible se cierne sobre la ciudad. Contra todo pronóstico, y después de desayunar un par de bikinis en compañía de María José, salgo a la calle. Hoy es un día de gabardina, uno de esos días en el que es probable que tu paraguas acabe dentro de una papelera como una triste metáfora de la escultura contemporánea.
La mañana se me escurre entre los dedos mientras realizo todo tipo de “tengos que” (compra de vino, de entradas para el Liceo, entrega de paquetes en correos, encargos familiares...).
Pese a todos los inconvenientes meteorológicos consigo llevar a cabo con maestría todas las tareas que me han sido asignadas y encuentro tiempo para pasarme por el apartado de correos donde recojo unos cuantos cd’s huérfanos (jazz jamaicano, metal, rock argentino...).
Vuelta al calor del hogar. La ropa, más mojada que húmeda, es substituida por el pijama. Calefacción y lectura mientras fuera sigue lloviendo. Acabo el cuarto Harry Potter y me lanzo a por el quinto: “Harry Potter y la Orden del Fénix”.
Por la noche Jesús y Natalia nos han invitado a cenar en su casa. Jesús, según dice guiado por la mano del maestro Arguiñano, ha preparado un festival del mar. Gambas y mejillones sirven de preludio para una sensacional dorada al horno. El azar, o la previsión de Jesús, se alían conmigo y puedo repetir. De postre mousse de mango con frambuesas, todo un banquete. Últimamente nos hemos visto poco y es una lástima, la conversación se alarga durante una corta sobremesa. Mañana Jesús se levanta a las cinco de la mañana para patearse el país en uno de sus ya tradicionales y cada vez más frecuentes “no mind travels”.

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