04 abril 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 04 de abril de 2004


Nos levantamos tarde y me cuesta mucho arrancar.
Hemos quedado con Olivia y Roberto en la estación de tren de Vilassar (el cochecito de Martina ocupa una parte importante del asiento trasero del coche y nosotros iremos en tren). El viaje es cómodo y, en un día soleado como hoy, muy agradable. Llegamos pronto y leemos el periódico mientras esperamos junto a la playa. Los minutos van pasando... Olivia y Roberto no vienen... mucho después – y cuando ya pensamos que hemos sido abandonados - aparece Roberto que acaba de descubrir que Vilassar tiene una estación y un apeadero. Hemos estado esperando durante casi una hora unos junto a la estación y los otros junto al apeadero. Desventajas de no saber.

Ya juntos estamos un rato en la playa y nos acercamos al restaurante “Palomares”. Es tarde pero la lucha por las mesas de la terraza (con una vista estupenda de la playa) es dantesca. Clientes que esgrimen una lista de espera autogestionada combaten duramente (haciendo gala de una agresividad abrumadora) contra un individuo (de semejantes actitudes broncas) por una mesa esquinera de seis plazas. Nosotros somos alojados en la mesa contigua al preciado objeto del deseo y, curiosamente, no somos atacados por los partidarios de la lista autogestionada (aunque hemos sido claramente los últimos en llegar). La pelea llega a límites insospechados y, finalmente, el individuo (apodado por sus contrincantes como el “calveras” por la poca presencia de apéndices pilosos en su cuero cabelludo) abandona el campo de batalla tras enfrentarse también a la propietaria.
Nos llega el rumor de que este tipo de performances son habituales todos los domingos y que son uno de los encantos del lugar. A mí, por si acaso, no me vuelven a pillar un domingo (y menos desarmado) que a este mundo hemos venido a divertirnos y no a pelearnos.
Una vez calmados los ánimos conseguimos que nos sirvan y disfrutar de un buen arroz y una buena fideuà. Se está muy bien al sol... pero sabemos que la primera paella al aire libre de la primavera siempre tiene unas consecuencias desastrosas para nuestra blanca piel.
Los cafés los hacemos dentro (el sol se esconde y llega el frío).
A las 6:30 salimos del restaurante y volvemos a casa rojos y sanos como una manzana.
Larga siesta que casi empalmaremos con la noche.

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