21 marzo 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 20 de marzo de 2004


Me levanto pronto. Con María José vamos al mercado para comprar todo lo que necesitamos para la cena de hoy. Hace unos años el mercado estaba a menos de cien metros de casa. Cuando se iniciaron las obras de reforma –hace ya demasiados años – lo trasladaron a una carpa situada en los límites del barrio. La prolongación innecesaria de las obras ha degradado el tejido comercial del barrio y ha producido molestias continuas a los vecinos.
Pese a que la carpa no es lo mismo que el viejo mercado sigo disfrutando cada vez que entro en ella. Aquí no hay hilo musical (sólo en ocasiones suena “Maquinavaja” para avisar a comerciantes y clientes que un carterista anda suelto), la asepsia musical con la que nos atacan en los centros comerciales se substituye por ruidos, conversaciones, gritos y risas. Me gusta pasear lentamente, mirar, oler, probar, tocar, hablar... visitar un mercado es regalarse sensaciones y vivirlas intensamente.
Después de comprar volvemos a casa y, sin prisas, dedicamos el resto del día a leer y cocinar.

Cena con Mónica y José María. Buena conversación, fotos de Marruecos y mucho cava. Se puede decir, sin temor a ser tachado de exagerado, que mi estado a las cuatro y media de la mañana es lamentable.
Después de la clásica polaroid (nos solemos hacer una con todos los amigos que vienen a cenar, aunque no en todas estoy en posición horizontal en el sofá) llego – ayudado por la fortuna – a la cama que me recibe con ganas.

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