08 febrero 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 8 de febrero de 2004


Me despierto pronto (he dormido muy mal) y en el balcón acabo “El mal de Montano”. Dice una tradición no escrita que si te acabas un libro durante un viaje debes correr a comprarte otro. Ayer María José se acabó el que estaba leyendo y hoy lo he hecho yo. Ahora tenemos la ineludible obligación de ir al Utopics a cumplir con la tradición.
Desayunamos en el balcón pan gomoso y queso de cabra. Las cajas, culpables en parte de nuestra estancia aquí, siguen mirándonos con reproche. Nos ponemos a trabajar, vaciar un piso es mucho mas cansado de lo que parece. Hacemos un montón de viajes y, cuando acabamos, tenemos la sensación de que no hemos hecho nada. La semana que viene seguiremos, por hoy ya hemos tenido bastante.
En Utopics compro “Conversación en la Catedral” de Vargas Llosa.
Es pronto pero la casa, con las paredes vacías, no resulta tan acogedora como suele serlo. Decidimos volver a Barcelona. María José me deja en casa y, mientras preparo la comida, va a Alella a devolver el coche. Comida y siesta. Ya ha pasado el fin de semana, no ha estado nada mal.

ENRIQUE VILA-MATAS
El Mal de Montano

Dice Santiago García Quintana en “Hacia el ocio” que leer es vivir vidas prestadas y esto es lo que, en parte, hace Vila–Matas en su novela. “El mal de Montano” es un juego de muñecas rusas literario en el que, cada vez que crees haber llegado al final, descubres que la caja se abre y en el interior hay una nueva caja llena a su vez de nuevas sorpresas. Los niveles se mezclan, se confunden y el lector se pierde en un mundo lleno de realidad, de ficción y de prestamos – reales o no - de otros escritores. Diarios que componen otro diario, cuentos que resumen la historia de la literatura escritos por el nieto de una diarista inédita. Juegos literarios, divertidos y sorprendentes... un libro diferente, en algunos momentos nada fácil, que camina por un sendero nuevo. Y es que, como dice el propio autor en “Escrito y olvidado” (un recorrido por los libros malditos que adornan la historia de la literatura, curiosamente contagiado de ese malditismo que intenta explicar): “... dicen que la historia la construyen los valientes. Sin alguno de estos libros, hoy caídos en desgracia y prácticamente olvidados, la historia de la literatura sería distinta, más gris y aburrida”.

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