31 enero 2004

DIARIO DE UN OCIOSO
Sábado, 31 de enero de 2004


Jueves. Cena de despedida (mañana nueve de nosotros nos vamos a la calle) con los compañeros de trabajo en el Tirititran. También nos acompañan, ha sido una casualidad, compañeros que marcharon hace un mes. Nos ponemos como cerdos - todo está buenísimo - y nos divertimos mucho. Es justo lo que necesitábamos para restarle un poco de dureza a la situación que viviremos mañana. Después, llenos de flamenco y afectados por un vino excesivamente malo, copas en el Luz de Gas. Siguiendo una tradición no escrita, pero que está en la mente de todos, desaparezco sin avisar y vuelvo a casa.

Viernes. Se acabó. Por primera vez en muchos años, el lunes no tengo ningún tipo de obligación y pasaré a engrosar las filas de la empresa más grande de este país. La sensación es extraña y totalmente nueva para mí.
El momento de la despedida, sobretodo de los compañeros que se quedan (y que son los que lo están pasando peor), es muy emotivo: han sido tres años fantásticos a nivel personal y eso se nota en los abrazos, en las lágrimas y en todo lo que no se dice.

Sábado. Desayuno con María José y el Maestro - que el lunes cumple 75 años - en un bar de la calle Amargós. El Maestro es el profesor de talla de María José, se llama Mariano y es un tipo genial. Hablar con él, pese a su edad, no es hablar con un viejo. Mariano sigue siendo un chaval, un pillo del barrio.
María José tiene que hacer cosas por el barrio y aprovecho para meterme en un cyber. Tengo un mensaje de Roger, lo leo y - el muy cabrón - me hace llorar. Solo, en el Bbigg de la calle Condal, y con lagrimones de cocodrilo... cuando lo coja por banda se va a enterar.

No hay comentarios: