02 noviembre 2003

..."El trabajo ya no implica la acción creadora y única, el “opus”; se ha transformado en “labor”, lo repetitivo, cansador, forzoso, aburrido. El ser humano aparece dividido, parcelado en compartimentos estancos. Y en esa división del trabajo forzada por el modelo productivo aparecen las llamadas “industrias del ocio”, digno colofón para negar a los hombres el acceso a su genuina libertad, ratificando su dependencia a la producción en vez de su inversa"...
Santiago García Quintana. Pequeña Historia del Ocio. Buenos Aires 1958


DIARIO DE UN OCIOSO
Domingo, 2 de noviembre de 2003


Sabado. Cena con María José, Eli y Francesc en el Hanin. Después de consumir la dosis de kimchi que mi organismo demandaba a gritos decidimos tomar una copa.
Entramos en un presunto pub irlandés de la calle Tallers. Resulta ser un horrible garaje, decorado con el culo y con unas condiciones de extracción del aire paupérrimas. Apuramos la copa y cambiamos de bar. La segunda elección es acertada. El Castells, junto a la plaza Bonsuccés, es un bar agradable y podemos sentarnos y hablar comodamente. Al volver a casa compramos el periódico del domingo en un quiosco de las Ramblas.

Domingo. El fin de semana de trabajo llega, por fin, a sus últimos momentos.
Por suerte he conseguido disfrazarlo y sacar tiempo para poder disfrutar. A parte del visionado enfermizo de series (esta mañana hemos conseguido ponernos al día gracias a las muchas horas consumidas delante del televisor. Tres “24” y un “CSI” han sido los culpables de nuestra postración matinal ante la tv), hemos tenido tiempo para empezar a trabajar en la felicitación de navidad de este año. María José ha tenido una buena idea y la estamos empezando a desarrollar.

He acabado “El obispo y su santo” de Peter Berling (he tardado más de un mes en leerlo pero me ha gustado mucho) y en el bus, de camino al trabajo, he empezado a leer “La máscara de Ripley” de Patricia Highsmith.

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