24 octubre 2003

DIARIO DE UN OCIOSO
Viernes, 25 de octubre de 2003


Y al tercer día... llegó el trabajo. Por sorpresa, a traición, con nocturnidad y una falta de escrúpulos considerable, el martes por la noche me comunican que el miércoles tengo que trabajar. La noticia me deja con la moral por los suelos y paso la mañana del miércoles dejando regueros de lágrimas por todos los rincones de casa.
Desde entonces vivo sin vivir en mí (es decir, estoy trabajando).
Por suerte el jueves por la noche Albert y Esther me salvan de la oscura rutina y nos invitan a cenar. María José me viene a buscar al curro con la moto. Hace frío pero, por suerte, el trayecto hasta su casa es corto.
Cuando llegamos María, que tiene sólo un añito y medio, ya está durmiendo. Lástima, teníamos ganas de verla despierta. Para compensar nos han preparado una fantástica cena a base de queso. Comemos, bebemos y reimos. La sobremesa se alarga y, de vuelta a casa, paso por delante del trabajo. Seis horas después vuelvo a entrar por la puerta.

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